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mardi 16 octobre 2012

“LOS BLANCOS DE TRENQUE LAUQUEN” "EL ROBO DE LOS BLANCOS" (18 de octubre de 1877)


Juego de Ajedrez histórico: “LOS BLANCOS DE TRENQUE LAUQUEN”
"EL ROBO DE LOS BLANCOS" (18 de octubre de 1877)
El Regimiento 3 de Caballería estaba instalado en Trenque Lauquen, al mando del entonces Coronel Conrado Villegas.
Sabía Villegas que en cuestión de caballadas, estaba en diferentes condiciones que “el señor del desierto”. Ya los ajetreados caballos denominados “patrios” habían rendido demasiado y estaban al límite de sus fuerzas.
Villegas era una persona muy pensante, así que estudió caso por caso, todos los encuentros buscando los datos que le fueran más útiles.
Escuchaba sumamente interesado los relatos de los cautivos absorbiendo para sí la irregular táctica guerrera del pampa.
Llegó a una conclusión final, si se quería vencer al indio, debía igualárselo en sus caballos.
Y así comenzó la preparación de los luego famosos “Blancos de Trenque Lauquen”, “Blancos de Villegas” o “Blancos del 3º de Fierro”.
Repartiendo entre los regimientos de línea la caballada que se había recolectado durante la Revolución de 1874.
Villegas se hace de 600 de los 6.000 caballos recolectados.
Después de muchos apartes, el 3º de Fierro contaba con 300 ejemplares de primera línea elegidos, sanos, fuertes y ligeros, para reserva del Cuerpo.
Entre los llamados “blancos” habían overos, torillos, bayos y doradillos claros, tobianos y algún que otro porcelano.
Cuando marchaba el 3º en alguna campaña, los "blancos" iban del cabestro, como reserva, para el momento de alcanzar y chocar con los indígenas; Villegas cuidaba estos animales con más interés que a su propia persona pues, como dijimos, siempre había pensado que el éxito de los ataques indios era debido a que andaban siempre mejor montados que los soldados.
Una tarde, el 18 de octubre de 1877, con motivo de que al día siguiente debía formar el regimiento a caballo, los "blancos" fueron llevados y encerrados durante la noche en un corral a doscientos metros de la orilla del campamento.
El Sargento Carranza y diez soldados daban, a la noche, guardia a los "blancos".
A la mañana siguiente, tócase diana, minutos antes de aclarar, debiendo cada jefe de sección dar el parte correspondiente; apareció el Sargento Carranza como ebrio, pálido ante el trompa de órdenes, quien le requiere. -¿Qué sucede mi Sargento?-Los blancos, los blancos!
-¿Qué pasa con los blancos?
-¡Los indios...! - Se los habían robado.
-¿Dónde está el Coronel para darle cuenta y para que me fusile si quiere?
-¡Aquí, Sargento, oyendo a usted que se ha dejado robar los "blancos" sin defenderlos, porque se ha dormido, porque es un flojo!
Después de cavilar, largo rato, el Coronel Villegas dispone: "Llame al Mayor Sosa". Llega éste y le dice:
- "Ordene Coronel".
-¿Qué fuerza disponible hay en el cuartel?
-Ochenta hombres Señor.
-Bueno, ¿el Mayor Solís?
-En su alojamiento.
-Bien acérquese. Este Sargento, -añadió Villegas, señalando a Carranza-, se ha dejado robar con los indios, los caballos "blancos". Ahora mismo, el Mayor Solís, al mando de 20 soldados, marcha y se interna en la pampa, montando de manera que pueda ir siempre al galope. Cuando vengan caballos de invernada, marcha usted con 30 soldados más, alcanza al Mayor Solís, lo pone a sus órdenes y usted me trae los caballos "blancos" ¿ha entendido?
-¡Sí Señor!
-Y a este Sargento, -se refería a Carranza lo lleva con usted-, y si no es tan bravo como descuidado, le salda esta deuda que ha contraído pegándole cuatro tiros por la espalda.
El Coronel Villegas era verdaderamente temerario, ordena internarse en la pampa, con un puñado de milicos y con la orden de no volver sin los "blancos".
La comisión de Sosa, tuvo gran éxito. Los indios una vez que superaron la zanja "de Alsina" con el robo seguro, enderezaron a los toldos, convencidos de que allí, nadie iría a buscarlos. Villegas había ordenado: "tráigame los «blancos»"; quería decir: No vuelvan si no los traen.
El Mayor Sosa, unido a Solís, cayó con los soldados de improviso sobre la toldería en el bajo de la laguna "Loncomay"; rodeada de monte. Los indios son 52 y un solo caballo atado al palenque; más 400 caballos de los pampas.
Sosa ordenó al trompa que tocara "a la carga". La sorpresa de los indios fue inmediata; media hora más tarde, 51 indios habían muerto, se rescataron los "blancos" más la caballada de los pampas; más ciento y tantos prisioneros; sólo un indio pudo salvarse escapando a un caballo que estaba atado al palenque.
En la retirada, con un grupo de hombres a retaguardia, un grupo de indios se le acercan. Manuel Prado relata la escena:
“Nahuel Payún en persona – el capitanejo más valiente de Pincén - nos salía a la cruzada. Reunió cincuenta o sesenta indios y se precipitó sobre las caballadas, resuelto a dispersarlas. Antes de llegar tropezó con un grupo que mandaba Sosa y al pretender desviarse cayó bajo los sables del pelotón de Morosini. El espectáculo debió ser magnífico, imponente. Nosotros huyendo en una nube de polvo, mezcladas mujeres y caballos, arreando las chinas y los animales a punta de lanza, gritando como locos, y allá un poco a la izquierda, la fuerza de Morosini, entreverada a sable con el malón, en un infierno de alaridos, en medio del estruendo de las armas, pretendiendo los unos a arrollar al puñado de bravos que se levantaba como inquebrantable barrera, entre el furor del bárbaro y la presa del cristiano; forcejeando los milicos por contener la horda ciega de ira y sedienta de venganza”.
El 24 de octubre volvía la tropa a Trenque Lauquen con los "blancos", demostrándose que golpear a los indios en su propia toldería, era cuestión de audacia, valentía y buenas caballadas. Villegas recibió con abrazo a Sosa. Las indias prisioneras, al día siguiente habían elegido entre los soldados, un reemplazante al finado que habían dejado en Loncomay.
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