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mardi 22 janvier 2013

Los Indios Pampas Historia Indios Pampas primitivos



  • Los Indios Pampas
    Historia
    Indios Pampas primitivos

    La designación de "pampas" a los aborígenes que poblaban la pampa no fue auto impuesta, sino que les vino impuesta por los españoles. El vocablo no siquiera es de su idioma, sino quechua, y significa "llanura". Es decir que se llamó pampas a todos los indios que habitaban ese territorio geográfico conocido como pampa, a pesar de que pertenecían a distintas culturas.
    En su origen eran cazadores de venados, ñandúes y guanacos. También eran recolectores de frutos y semillas silvestres, que molían para hacer harina. Se vestían con una manta llamada patagónica o quillango.

    Eran individuos de alta estatura, algo más que la mediana europea, morenos y de cuerpos robustos, de cabeza alargada alta y maciza. Sus vestidos, según un cronista (1643) "es una pampanilla que usan por la decencia y un pellón que le sirve de capa larga, todo lo demás del cuerpo desnudo". La pampanilla era prenda femenina, los hombres usaban taparrabo en forma triangular, ambos de cuero de distintos animales, pero especialmente de zorro, guanaco o nutria cocidos entre sí, posteriormente se usó el cuero de caballo que una vez sobado lo usaban hombres y mujeres.

    Solían pintar su rostro y cuerpo de diferentes colores. Los viudos y en especial las viudas se pintaban la cara de negro en señal de duelo. No se ha señalado el uso de tatuaje. Según el padre Rosales (1666) en algunos lugares cubrían su cuerpo con arcilla mezclada con hierbas como defensa del sol y los mosquitos.

    La vivienda de los Pampas primitivos es el típico toldo de la llanura que persiste en siglos posteriores. Cuando escaseaba el ganado en la Pampa se utilizaba en su construcción ramas y otros materiales deleznables. El padre Ovalle (1643) dice: "en un instante con cuatro palillos, una media ramada mal cubierta con algunas ramas y yerbas o algún cuero de vaca o caballo o de tres animales antiguos Pampas".

    Sus armas fueron la boleadora, el arco y la flecha, algunos misioneros citan el uso de la honda. Las boleadores de estos indios eran de dos bolas con surco, atadas con un tiento de cuero, de unos diez pies de largo, una de ellas más pequeña que servía de manijera. También se cita la boleadora retobada en cuero. Las puntas de flechas las hacían de pedernal, cuarzo y ópalo, materiales que se encuentran en todos los paraderos de la zona, aún cuando no sean del lugar. También es frecuente encontrarlas de madera.

    La industria de la piedra alcanzó gran importancia empleándose la técnica de la piedra tallada o de la piedra pulida. El indígena tomaba un canto rodado o un trozo de roca de las citadas y que constituía el núcleo, lo apoyaba sobre otra piedra que servía de yunque, o tomado fuertemente en la mano, sobre uno de sus lados más planos aplicaba un fuerte golpe con otro canto rodado que constituía el percutor. De esta manera iba desprendiendo del núcleo las llamadas láminas que retocadas y trabajadas con pequeños golpes y presiones originaban raspadores, cuchillos y puntas de flechas. Para los objetos de piedra pulida realizaban un trabajo similar que luego pulían con otra roca dura. Para las superficies esféricas perfectamente pulidas, tales como boleadoras y cabezas de hachas, el pulimento se hizo dentro de cavidades esféricas de rocas o pequeños morteros al efecto. Otros objetos de piedra característicos son:

    Perforadores: Pequeñas piedras con punta aguda que usaban para perforar y luego coser los cueros.
    Raspadores: Especie de cuchillos con filo por un solo lado, servía para descarnar los cueros.
    Sobadores: Piedras cónicas con un fuerte ensanchamiento en su base, servía para sobar los cueros secos.
    Morteros: Los granos eran reducidos a harina en morteros de piedra, los hay de varios tipos. Durante los primeros años de la colonia, los españoles continuaron usando este procedimiento. Las manos de estos morteros se hicieron con piedras alargadas que en algunos casos han sido perfectamente pulidas hasta cilindradas.
    Las conanas eran también destinadas a la molienda de granos, se construían de lajas, aplanadas que con el uso adquirieron una concavidad en su parte media, en algunos casos, su continuo uso llegó a perforar la conana.

    En los últimos tiempos los Pampas conocerían también la alfarería que habían adoptado de los pueblos vecinos. Al adoptar el caballo dejarían de hacer cerámica. Pues la alfarería no suele ser de mucho provecho. En cambio la cestería se practicaba intensamente haciendo cestos tan apretados que podían contener agua en ellas.

    Los pampas eran grandes caminadores y tragadores de leguas. De esa cualidad física nos dan cuenta los primeros conquistadores que entraron en contacto con ellos. La caza se realizaba a pie, siguiendo a los animales hasta cansarlos, pasando en ello dos o tres días sin parar. En estas cacerías no tomaban agua ni comían, solo bebían la sangre de los animales que cazaban.
    Los Pampas eran por naturaleza nómades. El padre Ovalle, que en la primera mitad del siglo XVII atravesara la Pampa en dos ocasiones, describe en esta forma el nomadismo de nuestros indios: "...juzgan por el mayor bien de todos el absoluto y libre albedrío: Vivir hoy en este lugar, mañana en el otro, ahora me da gusto gozar de la rivera y frescura de este río y en cansándome de él paso a otro, quiero vivir un poco en los bosques y soledades, y dándome el gusto sus sombras salgo a los alegres prados y valles, aquí me entretiene la caza, allá la pesca, aquí gozo de la fruta que lleva esta tierra y en acabándoseme me paso a otra, donde comienzan a madurar los que ella lleva, voy donde quiero sin dejar en ninguna parte prenda que me tire, que suelen ser espinas que de lejos atormenta, no temo malas nuevas porque no dejo atrás cosa que pueda perder, conmigo lo llevo todo, y con mi mujer y mis hijos, que me siguen donde voy no me falta nada".

    Fuera de la carne de los animales que cazaban los Pampas, se alimentaban también de la recolección de productos agrestes de origen animal y vegetal. El padre Ovalle nos cuenta que pegaban fuego a los pajonales cuando en ellos había mucha langosta y así la tostaban. Luego la molían y hacían con su pasta una especie de pan. Preparaban bebidas fermentadas y usaban el cebil masticando sus hojas, como en el altiplano la coca. No nos ha llegado noticia del uso del tabaco o similares.

    La vida espiritual de estos indígenas se reducía a algunas danzas de carácter ritual de las cuales no hay referencias concretas. Vivían agrupados en pequeñas tribus independientes unas de otras, con caciques cuya autoridad y origen nada se sabe.

    De sus ideas religiosas poco en concreto se sabe. Creían en Soichu, antes de todo lo bueno, venerada sin culto ni ceremonia aparente; y Gualichu que era la causa de toda adversidad, sequías, denotas, enfermedad. Cada aldea tenía su mago o shaman y cuando éste asistía a algún enfermo llevaba en su boca algo nauseabundo que luego de chupar el cuerpo del enfermo escupía y decía que ello era la causa del mal que acababa de extraer.

    Los Araucanos, es el último elemento indígena que se estableció en el país, en un proceso no muy bien estudiado. Habitaban primitivamente Chile, con la conquista y colonización española de la parte Norte y Central del país se refugiaron al Sur del mismo y de allí a través de los pasos cordilleranos llegaron al territorio argentino. Esta infiltración comenzó dos siglos atrás por lo que puede decirse que es relativamente reciente. Los Araucanos de Chile, para sostener sus guerras necesitaban del caballo de nuestras llanuras y Los Pampas se los proveían por intermediarios y tenían una tribu que habitaba las montañas, Los Puelches, que fueron los primeros en sufrir la influencia araucana. La expansión araucana se extendió posteriormente a nuestras pampas. El primer dato concreto sobre los Araucanos en el país se obtiene en 1708. En esa fecha hubo una concentración de indios de tal origen, en el lugar llamado Las Pulgas, hoy Mercedes. La reunión tuvo consecuencias y de la investigación realizada por las autoridades consta que algunos caciques Puelches habían traído "aucáes" e indios de la guerra de Chile.

    Al comienzo, los Araucanos constituyeron núcleos aislados, a veces rivales, pero una vez dominado todo el territorio, se unieron, aunque no formaron una sola nación con un jefe único. Se formaron cuatro grupos Araucanos principales. Los Puelches que ocupaban la parte de la cordillera y el espacio que media entre el norte del río Diamante y el Limay por el sur. Seguidamente, al este del Salado, estaban los Ranqueles. Eran los ocupantes de la región del monte. Su centro principal era Lebucó. Con sus famosos caciques Yanquetruz y Painé. Al este y al sur de los anteriores estaba el Grupo de las Salinas Grandes. Vivían junto a las lagunas o cursos de agua, donde disponían sus toldos, y éstos eran de forma cuadrangular.

    ¿Qué es lo que sucedió con los antiguos Pampas?

    Según Rubén GUAMAN CARRASCO, aquellos que dominaban esa vasta llanura de la provincia de Buenos Aires y La Pampa Seca, aquellos que conocieron los fundadores de la ciudad de Buenos Aires, aquella raza india tan antigua no tenía nada que ver con los (llamados pampas) que exterminó el general Roca en 1879. Sucedió que a principios del 1800, la antigua población pampa que hasta entonces dominara en la inmensa llanura comenzó a desaparecer, siendo reemplazada por otra de caracteres distintos y de estirpe Araucana o Mapuche.

    Tanto por tradición como por tener el mismo hábitat de la antigua, la población nueva siguió siendo llamada "Pampa" por los vecinos de las ciudades de Buenos Aires, Córdoba y San Luis, asentadas en la periferia de sus dominios. Dos cosas favorecieron la perduración del nombre. Primero que eran poblaciones nómades sin asiento fijo (es bueno recordar que este fenómeno de sustitución étnica acá en nuestro país se llamó Araucanización de la pampa y Patagonia). El segundo, que la sustitución étnica de nuestros pampas originales fue un proceso gradual, apenas perceptible.

    Al principio, los mapuches estaban en su hábitat del Neuquén y río Negro, es evidente que la necesidad por el ganado cimarrón y los caballos llevó a ese pueblo a emigrar hacia la provincia de Buenos Aires y La Pampa. Finalmente los escasos restos de la antigua población pampa se fueron diluyendo en el siglo XVIII en la masa inmigratoria siempre creciente de la nueva población Araucana o Mapuche. Otro motivo del desconocimiento del fenómeno de la sustitución, la dio el hecho que la antigua población blanca de la ciudad no frecuentaba las inmensidades de la pampa; es por eso que la sustitución de la vieja población pampa por la nueva de origen mapuche se produjo lejos de los ojos de los vecinos de las ciudades. Lo que sí percibían estos vecinos era que, cuando tenían que penetrar en la inmensidad en busca de sal o de cueros, se daban cuenta de que la región aparecía cada vez mas infestada de indios foráneos y belicosos que llamaron "Aucaes" (alzados), pero no tenían ni idea de la sustitución étnica que se estaba produciendo.

    La individualización de los grupos se hacía a través de los caciques. Ésto dificultaba la distinción, máxime cuando los nuevos dueños de la llanura adoptaron desde un principio un género de vida parecido al de los antiguos ocupantes pampas. De manera que ya en el 1800 se había borrado el recuerdo, si es que alguna vez haya existido, de la pretérita existencia en la pampa de indios que no eran mapuches. Sin mayor examen se admitía que la población de esa estirpe entonces existente en la región, había estado siempre allí. Entonces ¿quiénes eran los antiguos pampas? La respuesta tal vez más cercana la da el explorador Francisco P. Moreno en 1875, cuando encuentra en el norte de la Patagonia un grupo de indios que hablaban una lengua que no era Mapuche ni Tehuelche, y que le manifiestan que sus antepasados habían otrora habitado en las sierras bonaerenses. Moreno cree de pronto hallarse ante los últimos restos de los antiguos pampas, de cuya existencia, según el mismo dice, en su tiempo, se dudaba, confundiéndolos con los indios de raza mapuche que habitan Salinas Grandes. Y después se supo que lo que Moreno vio eran Puelches-Guenaken o sea descendientes directos de nuestros antiguos pampas. Estos eran un conjunto de parcialidades que tenían como hábitat las inmensas llanuras de las que tomaron el nombre, y que se extendía desde el Atlántico al desaguadero del río Salado; desde el sur de la ciudades de San Luis, Río Cuarto y Río Tercero hasta las inmediaciones de las sierra del sur de Buenos Aires, se conoció que poseían una lengua propia diferente a los querandíes de la costa del río de la plata, esta lengua fue clasificada como idioma HET, que no era más que puelche-guenaken. Restos fósiles de estos antiguos pampas fueron encontrados por Florentino Ameghino en Arroyo Seco y en Arrecifes. Tenían dos deidades religiosas, eran animistas (creían en el alma) esas deidades eran CHACHAO también llamado Soychu, que era el bueno y GUALICHO que era el mal o diablo. Este concepto era común a los demás pueblos del sur, y al extenderse con el caballo la influencia pampa por los pueblos vecinos, llególes también a ellos, e incluso a los Mapuches que después lo adoptaron, pero esos nombres son puros y exclusivamente Pampas (en lengua Het o guenaken). A pesar de pasar tanto tiempo de estos sucesos han quedado unos pocos vestigios de aquella extinta lengua nativa Pampa.

MITOS Y LEYENDAS SOBRE EL PELAJE DE LOS CABALLOS.


MITOS Y LEYENDAS SOBRE EL PELAJE DE LOS CABALLOS.
Así como el signo del zodíaco para los seres humanos, el hombre de campo según el pelaje del caballo le asigna propiedades sobresalientes o de las otras. Algunas de estas condiciones tienen algún asidero científico, otras son mitos que han pasado de generación en generación.
Los blancos, de ellos se dicen que son caballos muy sudadores y por lo tanto poco resistentes para andar al rayo del sol. Esto puede ser debido a la cantidad de albinismo, es decir pestañas blancas que se dan en estos animales y por supuesto no ven bien en la claridad del sol.
Además se les atribuye atraer los rayos durante las tormentas. En la”Huella para mi tropilla”, Fernán Silva Valdés tiene una cuarteta que dice: “A la huella, la huella, caballo blanco, cuidado en las tormentas, que atrae el rayo”.
Las yeguas blancas eran las preferidas para los sacrificios entre los indios, e incluso el caballo zarco era de mal agüero. Basta recordar aquel pasaje del Martín Fierro cuando llega la peste a la toldería y los indios matan a un chico, cautivo blanco por tener los ojos claros como echándole la culpa de la epidemia.

Había un gringuito cautivo
Que siempre hablaba del barco
Y lo ahogaron en un charco
Por causante de la peste;
Tenía los ojos celestes
Como potrillito zarco.

De los tordillos oscuros se dice que son muy buenos nadadores.
Los bayos son considerados como los más bonitos y elegantes. El famoso cacique Ramón tenía un bayo que era envidiado por su belleza, conformación y su elegancia para trotar y el célebre Baigorrita tenía un bayo cabos blancos que era su mejor animal de pelea, no debemos olvidar el bayo con el que el general San Martín entró en combate en San Lorenzo, del cual el General Bartolomé Mitre en su historia de San Martín dice: “El General San Martín, al bajar precipitadamente de su observatorio encontró al pie de la escalera a Robertson, a quien dirigió esta frase – Ahora en dos minutos más estaremos sobre ellos espada en mano. Un arrogante caballo bayo de cola cortada al corvejón, militarmente enjaezado, se veía a pocos pasos, teniéndolo de la brida su asistente Gatica. Montó en él, apoyando apenas el pie en el estribo y corrió a ponerse al frente de sus granaderos.
Los gateados son ponderados como hábiles y voluntariosos. Hay un viejo refrán que dice: “Cuando montás un gateado, montás una tropilla”.
Dicen que los lobunos son infatigables, bravos y desconfiados, esto los hace peligrosos para aquel que no es buen jinete, dado que se dice que son espantadizos ante lo desconocido. Hay una copla que dice:
“Cuidado con el lobuno
en la mañana muy fría,
que arriba vigila Dios
pero abajo el diablo mira”.
Los moros son muy buscados por los paisanos, más si son dueños de algún chapeado, pues la plata se luce muy bien sobre el pelaje oscuro.
Aquí debemos recordar al moro de Martín Fierro en la literatura y el famoso moro de Facundo Quiroga.
De estos caballos se dice que se les puede confiar el alma.
“a la huella, la huella,
caballo moro
contigo y con mi prenda,
lo tengo todo.”
De los picasos se dice que son animales veloces y con mucho pique de arranque, de ellos hay la creencia que fueron engendrados en un día de tormenta con rayos o con viento fuerte, por eso son ligeros como el rayo o como el viento.
Los rosillos tienen sobre su lomo la creencia de ser animales lerdos y flojos para trabajar.
Un pelo muy apreciado también es el pangaré, dice la copla: Pangaré, Pangaré, galopa que te veré.
Una historia refiere que el cacique Calfiaó, encontrándose perseguido por una patrulla y con su caballo boleado atrás, logró huir de sus perseguidores llevando en ancas de su pangaré a un hijo de 15 años.
Y también en nuestra zona hay que recordar al famoso Pangaré Buey llamado también el pangaré buey del Salado, un parejero que no perdió una sola carrera en toda su vida. Su dueño era el coronel Benito Machado.
De los zainos se dice: zaino bueno para todo.
Los overos tienen buena fama como valientes y rendidores, era el pelaje elegido por los indios, aún más pintaban círculos blancos cuando salían de pelea.
De los tobianos, mejor ni hablar, se dice “el tobiano, para nada”.
Incluso tienen fama de poco galopadores.
Omar Moreno Palacios en una milonga corralera que tiene grabada junto a Alfredo Abalos, dice en una cuarteta:
Soy nacido en Chascomús,
Pago que fundó Escribano,
Y no conozco la envidia
Ni parejero tobiano.
Los caballos bragados tienen fama de valientes, esto viene de la leyenda que da nombre a ese pueblo de la provincia de Buenos Aires y que cuenta de un caballo de ese color que perseguido por los indios prefiere tirarse desde la barranca de la laguna del mismo nombre, antes de ser capturado.
De los caballos con clinas y cola blancas amarillentas, es decir lo que se llaman roanos o ruanos, se dice que es caballo de mujeres.
Esta creencia viene de las mujeres rubias que llegaban desde las islas británicas o desde el centro Europa.
El caballo calzado de una, es decir con una sola pata blanca se los considera de mal agüero, es decir de mala suerte.
En cambio para los calzados de dos se dice: Calzado de dos, reservalo para vos y para el calzado de tres, no lo vendas ni lo des.
Calzado de cuatro, vendelo caro o barato. ( se dice que son rodadores)
Cuando un caballo tiene una mano mora se asegura es muy ligero y con mucho amor propio.
“El pingo de mano mora,
es gaucho como mi abuelo,
corriendo no afloja un pelo
y cuando no alcanza, llora.”
Pero el color que se lleva los laureles como infatigable y ligero, aun en otras culturas es el alazán y más aun el alazán tostado.
Hay una copla: alazán tostado, antes muerto que cansado.
En un libro árabe llamado “Los caballos del Sahara” hay un párrafo que dice: “Si os aseguran haber visto volar un caballo por los aires, preguntad su pelaje, si os contestan que alazán tostado: creedlo.”
Según una leyenda que cuenta Juan Benigar, Ben-Dyab, jefe renombrado del desierto, que vivía por el año 905 de la hégira, perseguido un día por Saad-el-Zanaty, scheik de los Oulad-Yagoub, se dio vuelta hacia su hijo y le preguntó: ¿Cuáles son los caballos del enemigo que llevan la delantera?. ¡Los blancos!, contestó su hijo. “Está bien, dirijámonos del lado del sol y se derretirán como manteca.”
Algún tiempo después Ben-Dyab, dándose vuelta otra vez, preguntó: “¿Cuáles son los caballos que van ahora a la delantera?”. “Los oscuros”, le gritó el hijo. “Está bien, vayamos por las piedras y no tendremos nada que temer, esos caballos se parecen a las negras del Sudán que no pueden caminar descalzas sobre los guijarros”.
Pasado un tiempo, volvió a preguntar a su hijo: “¿Y, ahora, cuales son los caballos del enemigo que llevan la delantera?”. El hijo respondió: “Los alazanes tostados y los zainos negros”.
“En este caso, exclamó Ben-Dyab, talón, muchachos a nuestros caballos, porque estos bien nos podrían alcanzar si no hubiésemos dado cebada a nuestros animales durante todo el verano.

En la foto, “EL BEDUINO Y SU ALAZAN”. Escultura en madera de cedro policromado. EN VENTA.
MITOS Y LEYENDAS SOBRE EL PELAJE DE LOS CABALLOS.
Así como el signo del zodíaco para los seres humanos, el hombre de campo según el pelaje del caballo le asigna propiedades sobresalientes o de las otras. Algunas de estas condiciones tienen algún asidero científico, otras son mitos que han pasado de generación en generación.
Los blancos, de ellos se dicen que son caballos muy sudadores y por lo tanto poco resistentes para andar al rayo del sol. Esto puede ser debido a la cantidad de albinismo, es decir pestañas blancas que se dan en estos animales y por supuesto no ven bien en la claridad del sol.
Además se les atribuye atraer los rayos durante las tormentas. En la”Huella para mi tropilla”, Fernán Silva Valdés tiene una cuarteta que dice: “A la huella, la huella, caballo blanco, cuidado en las tormentas, que atrae el rayo”.
Las yeguas blancas eran las preferidas para los sacrificios entre los indios, e incluso el caballo zarco era de mal agüero. Basta recordar aquel pasaje del Martín Fierro cuando llega la peste a la toldería y los indios matan a un chico, cautivo blanco por tener los ojos claros como echándole la culpa de la epidemia.

Había un gringuito cautivo
Que siempre hablaba del barco
Y lo ahogaron en un charco
Por causante de la peste;
Tenía los ojos celestes 
Como potrillito zarco.

De los tordillos oscuros se dice que son muy buenos nadadores.
Los bayos son considerados como los más bonitos y elegantes. El famoso cacique Ramón tenía un bayo que era envidiado por su belleza, conformación y su elegancia para trotar y el célebre Baigorrita tenía un bayo cabos blancos que era su mejor animal de pelea, no debemos olvidar el bayo con el que el general San Martín entró en combate en San Lorenzo, del cual el General Bartolomé Mitre en su historia de San Martín dice: “El General San Martín, al bajar precipitadamente de su observatorio  encontró al pie de la escalera a Robertson, a quien dirigió esta frase – Ahora en dos minutos más estaremos sobre ellos espada en mano. Un arrogante caballo bayo de cola cortada al corvejón, militarmente enjaezado, se veía a pocos pasos, teniéndolo de la brida su asistente Gatica. Montó en él, apoyando apenas el pie en el estribo y corrió a ponerse al frente de sus granaderos.
Los gateados son ponderados como hábiles y voluntariosos. Hay un  viejo refrán que dice: “Cuando montás un gateado, montás una tropilla”.
Dicen que los lobunos son infatigables, bravos y desconfiados, esto los hace peligrosos para aquel que no es buen jinete, dado que se dice que son espantadizos ante lo desconocido. Hay una copla que dice:
“Cuidado con el lobuno
en la mañana muy fría, 
que arriba vigila Dios 
pero abajo el diablo mira”.
Los moros son muy buscados por los paisanos, más si son dueños de algún chapeado, pues la plata se luce muy bien sobre el pelaje oscuro.
Aquí debemos recordar al moro de Martín Fierro en la literatura y el famoso moro de Facundo Quiroga.
De estos caballos se dice que se les puede confiar el alma.
“a la huella, la huella,
caballo moro
contigo y con mi prenda,
lo tengo todo.”
De los picasos se dice que son animales veloces y con mucho pique de arranque, de ellos hay la creencia que fueron engendrados en un día de tormenta con rayos o con viento fuerte, por eso son ligeros como el rayo o como el viento.
Los rosillos tienen sobre su lomo la creencia de ser animales lerdos y flojos para trabajar.
Un pelo muy apreciado también es el pangaré, dice la copla: Pangaré, Pangaré, galopa que te veré.
Una historia refiere que el cacique Calfiaó, encontrándose perseguido por una patrulla y con su caballo boleado atrás, logró huir de sus perseguidores llevando en ancas de su pangaré a un hijo de 15 años.
Y también en nuestra zona hay que recordar al famoso Pangaré Buey llamado también el pangaré buey del Salado, un parejero que no perdió una sola carrera en toda su vida. Su dueño era el coronel  Benito Machado.
De los zainos se dice: zaino bueno para todo.
Los overos tienen buena fama como valientes y rendidores, era el pelaje elegido por los indios, aún más pintaban círculos blancos cuando salían de pelea.
De los tobianos, mejor ni hablar, se dice “el tobiano,  para nada”.
Incluso tienen fama de poco galopadores.
Omar Moreno Palacios en una milonga corralera que tiene grabada junto a Alfredo Abalos, dice en una cuarteta:
Soy nacido en Chascomús,
Pago que fundó Escribano,
Y no conozco la envidia
Ni parejero tobiano.
Los caballos bragados tienen fama de valientes, esto viene de la leyenda que da nombre a ese pueblo de la provincia de Buenos Aires y que cuenta de un caballo de ese color que perseguido por los indios prefiere tirarse desde la barranca de la laguna del mismo nombre, antes de ser capturado.
De los caballos con clinas y cola blancas amarillentas, es decir lo que se llaman roanos o ruanos, se dice que es caballo de mujeres.
Esta creencia viene de las mujeres rubias que llegaban desde las islas británicas o desde el centro Europa.
El caballo calzado de una, es decir con una sola pata blanca se los considera de mal agüero, es decir de mala suerte.
En cambio para los calzados de dos se dice: Calzado de dos, reservalo para vos y para el calzado de tres, no lo vendas ni lo des.
Calzado de cuatro, vendelo caro o barato. ( se dice que son rodadores)
Cuando un caballo tiene una mano mora se asegura es muy ligero y con mucho amor propio. 
“El pingo de mano mora,
es gaucho como mi abuelo,
corriendo no afloja un pelo
y cuando no alcanza, llora.”
Pero el color que se lleva los laureles como infatigable y ligero, aun en otras culturas es el alazán y más aun el alazán tostado.
Hay una copla: alazán tostado, antes muerto que cansado.
En un libro árabe llamado “Los caballos del Sahara” hay un párrafo que dice: “Si os aseguran haber visto volar un caballo por los aires, preguntad su pelaje, si os contestan que alazán tostado: creedlo.”
Según una leyenda que cuenta Juan Benigar, Ben-Dyab, jefe renombrado del desierto, que vivía por el año 905 de la hégira, perseguido un día por Saad-el-Zanaty, scheik de los Oulad-Yagoub, se dio vuelta hacia su hijo y le preguntó: ¿Cuáles son los caballos del enemigo que llevan la delantera?. ¡Los blancos!, contestó su hijo. “Está bien, dirijámonos del lado del sol y se derretirán como manteca.” 
Algún tiempo después Ben-Dyab, dándose vuelta otra vez, preguntó: “¿Cuáles son los caballos que van ahora a la delantera?”. “Los oscuros”, le gritó el hijo. “Está bien, vayamos por las piedras y no tendremos nada que temer, esos caballos se parecen a las negras del Sudán que no pueden caminar descalzas sobre los guijarros”.
Pasado un tiempo, volvió a preguntar a su hijo: “¿Y, ahora, cuales son los caballos del enemigo que llevan la delantera?”. El hijo respondió: “Los alazanes tostados y los zainos negros”.
“En este caso, exclamó Ben-Dyab, talón, muchachos a nuestros caballos, porque estos bien nos podrían alcanzar si no hubiésemos dado cebada a nuestros animales durante todo el verano.

En la foto, “EL BEDUINO Y SU ALAZAN”. Escultura en madera de cedro policromado. EN VENTA.

“SAN GREGORIO”, La batalla olvidada.



Hace 31 minutos 

“SAN GREGORIO”, La batalla olvidada.

Hoy se cumplen 160 años de la Batalla de San Gregorio.
Esta batalla, signada, no entiendo porque razón en el olvido, se libró entre las fuerzas de la Confederación Argentina y las del Estado de Buenos Aires.
El lugar del acontecimiento es en la boca del Río Salado en su llegada a la bahía de Samborombón.
El 22 de enero de 1853 casi 3.000 hombres de las tres fuerzas, artillería, caballería y unos pocos infantes (incluyendo algunos indios amigos) al mando del coronel Pedro Roxas y Belgrano, que era comandante en la frontera de Azul y formó la fuerza de su propio peculio al servicio de Buenos Aires y por el otro lado el ejército de Hilario Lagos, con unos 2.500 hombres que puso al mando del general Gregorio Paz para defender la causa de la Confederación Argentina.
El resultado de las armas fue rápido y favoreció a los confederados, pero de acuerdo a Guillermo Hudson, el recordado autor de “Allá Lejos y Hace Tiempo”, que vivía en las proximidades no fueron muchos los muertos “porque todos estaban bien montados”.
Hasta aquí la efemérides de hoy, pero yo quiero ahondar un poco más en este tema.
Todos los amigos conocen mi gusto por la historia y el tradicionalismo.
Para todos los tradicionalistas la figura de José Hernández, el autor del Martín Fierro es tradición pura, pero no es solo así. Yo quiero destacar de Hernández su faceta de aprendizaje y su espíritu de luchador.
Fue un gran autodidacta, periodista, soldado y luchador federalista cuyo poema Martín Fierro, considerado un clásico nacional, canta la independencia, el estoicismo y el coraje de los gauchos.
Nació el 10 de Noviembre de 1834, en la Chacra de Pueyrredón, en el caserío de Perdriel, partido de San Martín, provincia de Buenos Aires.
Sus padres fueron Don Rafael Hernández y Doña Isabel de Pueyrredón, prima hermana de Juan Martín de Pueyrredón. A la edad de 4 años José ya leía y escribía, y cursó su escolaridad en el Colegio de Don Pedro Sánchez.
Cuando tenía 9 años, a causa de una enfermedad y ya con su madre fallecida, los médicos recomendaron a su padre (capataz de las estancias de Rosas) que lo llevara a vivir al campo. Se trasladaron entonces al sur de la provincia, al poblado de Camarones. Fue allí donde entró en contacto con el estilo de vida, las costumbres, la lengua y los códigos de honor de los gauchos. Vive 9 años en el campo y tiene participación en varios enfrentamientos con los indios, que en aquel entonces ocupaban gran parte de la provincia de Buenos Aires.
Entre 1852 y 1872, durante una época de gran agitación política en el país, defendió la postura de que las provincias no debían permanecer ligadas a las autoridades centrales, establecidas en Buenos Aires. En el año 1853 viste uniforme militar y combate en Rincón de San Gregorio contra las fuerzas del coronel rosista Hilario Lagos.
Y aquí me quiero detener en su biografía para explicar el motivo que hago de Hernández en este comentario.
A partir del año 1983 y durante cinco hermosos años fui director de la Escuela Rural Nº 26 del Partido de Chascomús. Está ubicada a 45 kilómetros de la ciudad por camino de tierra. La última parte, unos 15 kilómetros, es un terraplén de tierra hecho con la sacada del llamado canal 18, al que bordea. Este canal desagota en el río Salado.
El paraje donde está ubicada la escuelita es precisamente: San Gregorio. El lugar donde se desarrollo la batalla que hoy se recuerda y en la que combatió José Hernández.
En muchas casas de los padres de mis alumnos guardan balas de cañón que se habían encontrado en el lugar.
Cuando los productores rurales araban sus campos, como testigos mudos de esta batalla, solían aparecer restos de fusiles, y trozos de sables, que el tiempo y la corrosión habían prácticamente destruido.
Sabiendo mi gusto por la historia y el tradicionalismo un día un alumno me trajo, de parte de su padre, una empuñadura de un sable. Lo había encontrado, precisamente rastreando el campo.
Cuando lo tuve en mi mano, imaginé un montón de cosas. ¿A quién habría pertenecido? ¿De qué bando habría peleado? ¿Habría muerto en la batalla? Y me imaginé… ¿Y por qué no, que había pertenecido a José Hernández?
La verdad es que este trozo de historia pesaba en mi mano, me quemaba. ¿Cuántas cosas le preguntaría si pudiese contestarme?
Todavía lo conservo, está muy deteriorada, y hasta hubo gente que visitando mi casa me preguntó ¿Para qué guardás esa porquería?
¡Como se ve que no sienten la historia!

Esta vieja foto me la regaló un vecino del lugar, la flecha señala un promontorio de tierra donde estaban emplazadas las baterías que interceptaron la entrada de la escuadra bloqueadora anglo-francesa en la época de Rosas, precisamente en los campos de San Gregorio.
 
 

dimanche 20 janvier 2013

EL “MALACARA” MEDINA Y SU YEGUA MORA.


Pieske Carlos Ernesto de esas historias que dan gusto leer... por que son vivencias y no fantasía....
Hablando de domadores…
EL “MALACARA” MEDINA Y SU YEGUA MORA.

Corría el año 1964, yo estaba de maestro en Formosa, en la escuelita de monte Nº 117, del paraje de Pilagá III, departamento de Pirané.
La escuela estaba enclavada en medio del monte, en un gran claro. A unos 200 metros al sur estaba el puesto de la policía. A cargo, había un Inspector Sumariante y el personal se completaba con los sargentos González y Jaime y con tres policías más.
La zona era relativamente tranquila, salvo algún caso de cuatrerismo o alguna que otra pelea en los bailes que se organizaban y donde la bebida, que nunca es buena consejera, actuaba de más, no había mayores problemas.
Yo tenía 17 años y estaba recientemente transplantado de mi Chascomús natal. La gente del lugar y que me mandaban sus hijos a la escuela eran en su mayoría empleados rurales o hacheros. Su origen guaraní estaba presente en todo, pero fundamentalmente en el idioma. Era difícil lograr una conversación fluida, dado que hablaban, un 70 % en guaraní y el resto, en la “castilla”, como ellos mismos decían.
Por ello, la amistad con el Comisario Arrigancibia y los sargentos González y Jaime fue sumamente importante para mí, pues con ellos sí se podía charlar normalmente en castellano.
A veces los domingos, me invitaban a dar una vuelta con ellos y recorrer los puestos, para ver que no hubiera alguna novedad, cosa que aceptaba yo con gusto, pues esos días en los que no se dictaban clases, resultaba insoportable la soledad de la escuela.
Había algunos boliches o proveedurías, si es que se les podía llamar así, desparramados por el monte y las escuelas vecinas, distaban a varios kilómetros, la más cercana a unos diez.
Un día viene el sargento Jaime y me dice: “Mañana hay baile en la escuela Nº 136. Yo tengo que ir a vigilar. ¿Me quiere acompañar?”. Estos bailes se hacían generalmente en honor a algún Santo y estaban organizados por las cooperadoras de las escuelas.
Por supuesto que acepté. Era un día sábado.
Temprano ensillamos y partimos para el lugar.
Estos festejos, por lo general, duran todo el día. Al mediodía asados, bien “regados”, luego pasteles, mate “quemado” con algunos tragos de ginebra y baile y debido a la falta de luz, no se extienden más de las diez u once de la noche. Volver a los hogares en un camino de monte totalmente cerrado y en plena oscuridad, no es de lo más recomendable.
Entre los asistentes al baile de ese día estaba, a quien le llamaban “El Malacara “ Medina. Ese apodo se debía a que, según me contaron, había comido una vez un peludo infectado y había estado varios días casi en coma y de este episodio le habían quedado en la cara y el cuello unas manchas mucho más rosadas, que el resto de su piel, que se veía quemada por soles e inclemencias del trabajo a la intemperie.
Era un correntino, calculo de unos 40, 45 años, alto, delgado, con un bigote enorme y vestido siempre como para que no se dudara de su origen. Sombrero chato y aludo, barbijo, polainas de loneta rayadas, alpargatas (para el baile, pues yo lo solía ver permanentemente en “patas”) y espuelas de pihuelo largo, a las que ataba a su recado no bien se bajaba del caballo. El lazo lo ubicaba del lado de montar, una costumbre muy correntina y que lo obliga el uso de ese tipo de espuelas, pues se enganchan al montar. Atrás en la cintura, un enorme facón con la chaira a su lado.
Lo recuerdo como una persona muy callada y estaba reconocido en el pago, como un domador de excelencia. Todos los vecinos que querían hacer un buen caballo, se lo daban a domar a él. Por ello siempre andaba montado en redomones. Ese día andaba en una yegua mora, mestiza, alta, de muy buena calidad, con el infaltable y largo flequillo.
Como a media tarde, por una discusión que no tengo idea que la trajo o si se debía a “entripados” anteriores, se trenzó con otro gaucho y manotearon sus facones. Jaime, que estaba vigilante y atento, así, de golpe interrumpió en la escena, pistola en mano. El Malacara se quedó como petrificado y quieto en su lugar, pero el otro, que era un muchachón como de unos veinticinco años, de un salto, estuvo afuera y montando rápidamente su caballo huyó al monte.
El sargento Jaime, conociendo el carácter de Molina, le dijo: “Lo siento, Malacara, pero me vas a tener que acompañar al destacamento a dar el parte” y dirigiéndose a mí prácticamente me ordenó: “Maestro, ya nos vamos”.
Montamos y enfilamos para nuestro destino. El Malacara en el medio y nosotros atrás escoltándolo. Era julio, caía la tarde y se nos venía la oscuridad encima. De pronto, cuando habríamos hecho la mitad del camino, desde el monte cercano se escuchó un terrible sapucay y dos o tres disparos.
Jaime me miró y simplemente me dijo: “Es el otro, él que se me escapó”.
Aquí, quiero detenerme para que piensen y se pongan en mi lugar un segundo. Me preguntaba, ¿ Qué hago yo aquí, en esta situación? Sentía calor y frío a la vez, me temblaban las manos y hasta sentía ganas de llorar, de salir con mi caballo al galope y encerrarme en mi escuela.
De pronto el vozarrón de Jaime que dice: “Vamos, Malacara, se hace tarde, apurá el paso”. Medina, como si hubiese sido sordo, siguió en el mismo ritmo. Jaime lo intimó a apurar y a tomar trote varias veces, hasta que se le ocurrió pegarle un rebencazo a la yegua mora. La cara de Medina se transformó. Frenó su yegua y no avanzó un paso más, le puso su mano entre las dos orejas de la yegua, dándole golpecitos muy suaves. El animal se quedó inmóvil. Jaime volvió a darle otro rebencazo en las ancas.
La yegua temblaba y sus ojos, nerviosos, parecían querer saltar de su órbitas, pero la mano de Medina entre las orejas parecía haber logrado hipnotizarla, se quedaba como una estatua. De vez en cuando le daba dos o tres golpecitos entre las orejas y decía: “Vos quedate aquí”. Hubo, no recuerdo bien, si dos o tres rebencazos más pero la yegua se quedaba inmóvil. Yo veía que la cosa ya se hacía intolerable.
Eran dos gauchos en una porfía. Y dos caballos que obedecían en todo a sus dueños. Jaime, que parecía sacado de sus casillas le pegó un pechazo con su caballo en las ancas de la yegua. La mora, hizo retranca y apenas se movió unos centímetros. Finalmente, ya con voz airada Jaime dijo: “Dejate de joder, Malacara, si vos sabés bien que te tengo que llevar”.
Medina, simplemente retiró su mano de la cabeza de la yegua, la taloneó y salió al galope cortito para el destacamento gritando: “Ahora, sí, porque queremos nosotros, no porque nos obligan”.
Días después me enteré que Jaime y Medina, eran cuñados, la esposa del sargento era hermana del Malacara.
Esos son gauchos que conocí en mi vida y que este foro me da la oportunidad de que ustedes también los conozcan.
Uno cumpliendo con el deber y el otro, dejando que el otro lo hiciera, pero demostrando su guapeza por ir por cuenta propia.
Con Jaime, continué mi amistad, pero la cultivé también con el Malacara, de quien aprendí grandes cosas.
Esos eran los gauchos de antes...

En la foto, el sargento Jaime y yo el día del incidente.

vendredi 18 janvier 2013

APERO SALTEÑO. Miniatura escala 1:10. EN VENTA.






APERO SALTEÑO. Miniatura escala 1:10. EN VENTA.
Consta de:
• Tres bajeras o matras tejidas en telar
• Carona de abajo de suela repujada con punteras metálicas.
• Matra entre caronas tejida en telar.
• Carona de arriba de piel de tigre.
• Silla salteña de arzones altos revestidos en plata con accionera para estriberas.
• Encimera de suela y barriguera de piola con refuerzos de suela.
• Estriberas de pasadores redondos con rosetones en forma de flor.
• Estribos de baúl de madera “cabeza de chancho” con sunchos de plata,
• 2 Cojinillos de cuero de oveja.
• Sobrepuesto imitación de perico ligero.
• Sobrecincha de cuero crudo trenzado.
• Freno criollo de copas metálicas, cabezada, riendas de cuero crudo. Lonja cogotera del mismo material.
• Lazo trenzado
• Guardamonte de “punta” de cuero de vaca con pelo.
Se desensilla tal cual los originales.

MALÓN DE DOLORES (1821) SECUENCIA DE LOS ACONTECIMIENTOS


Hace 22 minutos 

Juego de ajedrez histórico. EN VENTA.
MALÓN DE DOLORES (1821)
SECUENCIA DE LOS ACONTECIMIENTOS

• 1806. Julián Martínez Carmona se hace de la estancia “Dos Talas” sita al sur del Río Salado y avanza hasta Ayacucho donde establece la estancia “Toldos Viejos”.
• 1811. Francisco Ramos Mejía se dirige al sur del río Salado y compra a los indios tierras cerca de la laguna Kakel Huincul. Con él viajaría como capataz y lenguaraz José Luis Molina, conocido como “El Gaucho”.
• 1812. Francisco Ramos Mejía inicia su estancia Miraflores en un lugar llamado Mari Huincul (diez lomas).
• 1814/15. La estancia de Martínez Carmona denominada “Toldos Viejos” en la zona de Ayacucho sufre un ataque por parte de los indios pampas, éste se retira a su establecimiento “Dos Talas” en Dolores.
• 1815. Se instala a orillas de la laguna Kakel Huincul un fortín. Estará al mando del Capitán Ramón Lara.
• 1817. Sobre tierras donadas por Julián Martínez de Carmona de su estancia “Dos Talas” se funda el pueblo de Dolores.
• 1818/19. Comienza una violenta reacción de los pueblos indígenas contra el avance de las fronteras hacia el sur.
• 1820. El gobernador Martín Rodríguez comisiona a Francisco Ramos Mejía a efectuar un parlamento de paz con los caciques pampas en su estancia Miraflores. El 7 de marzo se firma el tratado.
• 1820. Aparición del chileno José M. Carrera. Malones en Salto y Lobos.
• 1821. El gobernador Martín Rodríguez al mando de 2500 soldados se dirige al sur.
• 1821. La expedición es un fracaso y a su regreso, Martín Rodríguez ordena el arresto de Ramos Mejía, su familia y un grupo de indios que habitaban la estancia, quienes son trasladados a Buenos Aires.
• Muchos indios y gauchos logran huir, entre ellos el “Gaucho” Molina, quién aprovechando su ascendiente sobre algunos caciques pampas, como Ancafilú, Antonio Grande y Pichimán, llevan a cabo un malón con mil quinientas lanzas que el 30 de abril destruye el pueblo de Dolores y la mayoría de las estancias vecinas, entre ellas “Dos Talas”. “Miraflores” fue respetada en esta acción.
• El cacique Ancafilú muere años después en el combate de la Laguna Arazá.
• A Francisco Ramos Mejía se le prohibió volver a Miraflores, quedando confinado en la chacra de Tapiales. Muere el 15 de marzo de 1828. Sus deudos debieron esperar dos días para recibir el permiso para su inhumación. En este lapso un grupo de indios roban el cuerpo y se lo llevan con dirección sur y nunca se supo donde fueron enterrados sus restos.
• El Gaucho Molina luego de una azarosa y ajetreada vida muere en diciembre de 1830. Algunos dicen que en Chascomús, otros en Tandil.
• Julián Martínez Carmona muere en Buenos Aires en 1834.
• Martín Rodríguez muere exiliado en Montevideo en 1845.

LOS PERSONAJES DEL JUEGO:

Piezas Blancas:
Rey: Julián Martínez de Carmona.
Reina: Doña Francisca Ortiz
Alfiles: Capataces de la Estancia
Caballos: Dos peones montados
Torres: Dos ombúes
Peones: cuatro peones de la estancia
un viejo agregado
un negro esclavo
dos mujeres


Piezas Negras:
Rey: Cacique Ancafilú (Cuerpo de Víbora)
Reina: Su mujer
Alfiles: Cacique Ramón Grande
Gaucho Juan Molina
Caballos: dos indios de lanza montados
Torres: Dos Talas
Peones: cuatro indios guerreros
Cuatro personajes de la “chusma”: Dos mujeres
Un chiquillo
Un viejo

jeudi 17 janvier 2013

Chascomús


A TODOS LOS AMIGOS: El próximo sábado 2 de febrero en la Casa de Casco o también Casa de la Cultura, aquí en Chascomús, a las 20 horas voy a hacer la presentación "oficial" de este 9º juego de ajedrez histórico que recientemente he terminado. "Los Blancos de Trenque Lauquen". Daré una charla sobre el suceso histórico. Están todos invitados, de paso conocen uno de los pueblos más lindos de la provincia de Buenos Aires.
A TODOS LOS AMIGOS: El próximo sábado 2 de febrero en la Casa de Casco o también Casa de la Cultura, aquí en Chascomús, a las 20 horas voy a hacer la presentación "oficial" de este 9º juego de ajedrez histórico que recientemente he terminado. "Los Blancos de Trenque Lauquen". Daré una charla sobre el suceso histórico. Están todos invitados, de paso conocen uno de los pueblos más lindos de la provincia de Buenos Aires.

jeudi 3 janvier 2013









Secretaria de Turismo y Cultura


Salteños y turistas podrán disfrutar de las “Noches de Peñas” en la Plazoleta IV Siglos

Como parte del cronograma de actividades dispuesto por la Secretaría de Turismo y Cultura para la temporada de verano, se llevarán a cabo las tradicionales “Noches de Peña”, los días jueves durante todo el mes de enero.
Uno de los símbolos del folclore y la gastronomía regional salteña, la Peña Boliche Balderrama, emplazada en una de las esquinas más importantes de la ciudad hará su presentación el próximo 10 de enero, en la Plazoleta IV Siglos. La casona fue musa inspiradora de una zamba que cantada por Mercedes Sosa hizo internacionalmente conocido a este local de comidas y folclor. “A orillitas del canal, cuando llega la mañana, sale cantando la noche, desde lo de Balderrama…” El autor de la letra fue el poeta Manuel J. Castilla y la música inconfundible es de Gustavo “Cuchi” Leguizamón. Don Juan Balderrama, propietario del tradicional boliche, sentencia: “El que no conoce Balderrama: no conoce Salta”.
El 17 de enero será el turno de la “Panadería del Chuña”, declarada como una de las peñas folclóricas más grandes e importantes del país. El Chuña convoca cada noche a cientos de turistas de todo el mundo.
Por último, la peña “La Nochera”, del reconocido folclorista Kike Teruel, hará su presentación el 31 de enero próximo a partir de las 19.30. Esta peña se ha posicionado entre las más reconocidas del corredor Balcarce, convocando a artistas y bailarines de gran nivel.

Cronograma
JUEVES 10 DE ENERO:
De 19,30Hs a 21,00Hs: Espectáculo de “Peña Boliche Balderrama”
JUEVES 17 DE ENERO:
De 19,30 a 21,00Hs.: Espectáculo de la Mega Peña “La Panadería del Chuña”
JUEVES 24 DE ENERO:
19,30 Hs.: Presentación del grupo folklórico “Los Sauzales” acompañados por el ballet “La Minga”
JUEVES 31 DE ENERO:
De 19,30 a 21,00Hs.: Espectáculo de Peña “La Nochera”
Salteños y turistas podrán disfrutar de las “Noches de Peñas” en la Plazoleta IV Siglos

Como parte del cronograma de actividades dispuesto por la Secretaría de Turismo y Cultura para la temporada de verano, se llevarán a cabo las tradicionales “Noches de Peña”, los días jueves durante todo el mes de enero.
Uno de los símbolos del folclore y la gastronomía regional salteña, la Peña Boliche Balderrama, emplazada en una de las esquinas más importantes de la ciudad hará su presentación el próximo 10 de enero, en la Plazoleta IV Siglos. La casona fue musa inspiradora de una zamba que cantada por Mercedes Sosa hizo internacionalmente conocido a este local de comidas y folclor. “A orillitas del canal, cuando llega la mañana, sale cantando la noche, desde lo de Balderrama…” El autor de la letra fue el poeta Manuel J. Castilla y la música inconfundible es de Gustavo “Cuchi” Leguizamón. Don Juan Balderrama, propietario del tradicional boliche, sentencia: “El que no conoce Balderrama: no conoce Salta”.
El 17 de enero será el turno de la “Panadería del Chuña”, declarada como una de las peñas folclóricas más grandes e importantes del país. El Chuña convoca cada noche a cientos de turistas de todo el mundo.
Por último, la peña “La Nochera”, del reconocido folclorista Kike Teruel, hará su presentación el 31 de enero próximo a partir de las 19.30. Esta peña se ha posicionado entre las más reconocidas del corredor Balcarce, convocando a artistas y bailarines de gran nivel.

Cronograma
JUEVES 10 DE ENERO:
De 19,30Hs a 21,00Hs: Espectáculo de “Peña Boliche Balderrama”
JUEVES 17 DE ENERO:
De 19,30 a 21,00Hs.: Espectáculo de la Mega Peña “La Panadería del Chuña”
JUEVES 24 DE ENERO:
19,30 Hs.: Presentación del grupo folklórico “Los Sauzales” acompañados por el ballet “La Minga”
JUEVES 31 DE ENERO:
De 19,30 a 21,00Hs.: Espectáculo de Peña “La Nochera”
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