Un recreo para el sábado.
SOBRE BURROS Y BURRADAS
EL BURRO DESCONFORME
Debido a varios comentarios que escuché estos últimos días de gente quejándose del frío que hacía, recordé algunas historias que nos contaba mi padre.
Creo todos saben ya que era de origen alemán. Parco y serio, pero en su interior era un dechado de emociones y conocimientos. Le gustaba mucho hablar con historias, para cada cosa tenía una y la que siempre nos dejaba una enseñanza.
Al escuchar estas personas quejarse del frío, como lo habrían hecho en el verano con el calor, recordé una historia que nos contaba (porque eso sí, solía ser muy reiterativo), cada vez que alguno de los hermanos se quejaba de algo sin importancia.
Decía que un campesino tenía, para el trabajo de su chacra un borrico. En cuanto comenzaba la primavera, le ponía los arneses y araba su pedazo de tierra, el burro, desconforme con esto, pensaba…” ¡Ojalá llegue pronto el verano y se termine esto! ”. Llegó el verano y el labriego colocó una silleta en el lomo del burro y lo cargó con dos grandes tinajas con las que diariamente transportaba el agua fresca de un río cercano hasta su casa…el animal pensaba: “¡Ojalá llegue pronto el otoño!”. Y el otoño llegó y con la estación, las cosechas y entonces el asno fue cargado con grandes sacos de granos que desde el lugar de la siembra se transportaban hasta el granero…y el burro pensaba… “¡Ojalá venga pronto el invierno!” y éste no se hizo esperar, vinieron los primeros fríos y con ellos las nevadas y el labriego llevó al burro al montecito cercano y cortando grandes haces de leña las cargó sobre su lomo para calentar su casa…y el borrico, pensó nuevamente… “¿Cuándo llegará el otoño?” Y así se sucedieron estaciones y años y el burro envejeció con sus quejas permanentes.
Cuando ya no servía para hacer esas tareas el labriego compró un burro más joven, pero como le había tomado cariño, lo conservó y diariamente algunas horas del día, le vendaba los ojos y lo ataba a una noria, donde solamente debía caminar para lograr elevar el agua sin mayores esfuerzos. Entonces el burro pensaba al ver salir al borrico al campo… “¡Cómo extraño la vida de cuando trabajaba en el campo!”.
Ahora una pregunta… ¿Cuánta gente conocen ustedes como el burro desconforme, que debido a añoranzas del pasado y anhelos del futuro se pierden de disfrutar la belleza del presente?
OTRA HISTORIA DE BURROS.
Un día, el burro de un campesino se cayó en un pozo muy profundo. El animal rebuznó fuertemente durante horas, mientras el campesino trataba de buscar una solución.
Finalmente, el campesino decidió que el burro ya estaba viejo, y que el pozo, que estaba seco desde hacía tiempo, necesitaba ser tapado; realmente no merecía la pena sacar al burro.
Pidió a todos sus vecinos que fueran a ayudarle a tapar el pozo. Cada uno cogió una pala y empezaron a echarle tierra.
El burro se dio cuenta de lo que estaba pasando y rebuznó todavía más desesperado. Luego, para sorpresa de todos, se calmó después de unas cuantas paladas de tierra.
El campesino miró al fondo del pozo y se sorprendió de lo que vio. Con cada palada de tierra, el burro estaba haciendo algo increíble: Se sacudía la tierra y daba un paso encima de ella.
Cuando ya casi estaba lleno, todo el mundo vio como el burro llegó hasta la boca del pozo, pasó por encima del borde y salió trotando...
Moraleja de la historia:
La vida nos tira todo tipo de tierra encima. El truco para salir del pozo es sacudírsela y usarla para dar un paso hacia arriba. Cada uno de nuestros problemas es una caída al pozo, pero podemos salir de lo más profundo, si en vez de lamentarnos, paso a paso, intentamos encontrarle una solución. Es supervivencia pura, y… ¿si el asno supo hacerlo, porque no, nosotros también?
EL ÚLTIMO SOBRE BURROS, DE CUATRO Y DOS PATAS.
Cuentan que volvían al hogar un viejecito con su nieto, un muchacho de unos trece, catorce años, llevaban a tiro su burro, en este momento descargado, sin nada en su lomo, pues regresaban del mercado de entregar su producción. El viaje era largo y debían cruzar varias aldeas.
Cuando estaban cruzando la primera de ellas, unos pobladores que estaban sentados en los pórticos de sus casas hacen sus comentarios y éstos llegan al oído del anciano: “Que desperdicio de burro, dijo uno, ellos caminando y el burro lo más Pancho, sin carga encima”.
En la primera curva del camino, el viejo detiene su marcha y hace subir a su nieto al lomo del burro y así siguen su camino.
Al cruzar la segunda aldea, unos parroquianos, sentados a la sombra a la mesa de un bar, bebiendo su aperitivo acotan: “¡Qué barbaridad, un chico joven, pleno de fuerza subido en el asno y el pobre viejo, caminando”!
Al llegar a una nueva curva del camino, el anciano hace bajar al nieto y se sube él al burro.
Al transitar por la tercera aldea, unas viejas que estaban sentadas bajo un árbol “chusmeando”, expresan: “¡ No lo puedo creer, que hombre descariñado con el chico, él lo más tranquilo sobre el asno y la pobre criatura muriéndose de calor caminando a esta hora”!
Nuevamente, cuando habían superado la aldea, el abuelo le tiende la mano a su nieto y lo hace subir también al lomo del burro y así, los dos montados continúan el camino.
Al cruzar una nueva aldea escucha que la gente lugareña comenta: “¡Qué desconsiderados con el pobre animal, ellos los dos sentados tranquilamente y el asno, con este calor, deslomándose sin lástima de sus dueños!”
El viejo, ya disgustado y temiendo que si bajaban los dos se repita la historia, continuó su camino, llegando así a su casa.
En la vida suele ocurrir esto también, generalmente, aquellos que no hace nada solo se dedican a criticar a quienes hacen cosas. Por eso, amigos, frente alta y, como decía mi abuela…:”Adelante con los faroles.”
SOBRE BURROS Y BURRADAS
EL BURRO DESCONFORME
Debido a varios comentarios que escuché estos últimos días de gente quejándose del frío que hacía, recordé algunas historias que nos contaba mi padre.
Creo todos saben ya que era de origen alemán. Parco y serio, pero en su interior era un dechado de emociones y conocimientos. Le gustaba mucho hablar con historias, para cada cosa tenía una y la que siempre nos dejaba una enseñanza.
Al escuchar estas personas quejarse del frío, como lo habrían hecho en el verano con el calor, recordé una historia que nos contaba (porque eso sí, solía ser muy reiterativo), cada vez que alguno de los hermanos se quejaba de algo sin importancia.
Decía que un campesino tenía, para el trabajo de su chacra un borrico. En cuanto comenzaba la primavera, le ponía los arneses y araba su pedazo de tierra, el burro, desconforme con esto, pensaba…” ¡Ojalá llegue pronto el verano y se termine esto! ”. Llegó el verano y el labriego colocó una silleta en el lomo del burro y lo cargó con dos grandes tinajas con las que diariamente transportaba el agua fresca de un río cercano hasta su casa…el animal pensaba: “¡Ojalá llegue pronto el otoño!”. Y el otoño llegó y con la estación, las cosechas y entonces el asno fue cargado con grandes sacos de granos que desde el lugar de la siembra se transportaban hasta el granero…y el burro pensaba… “¡Ojalá venga pronto el invierno!” y éste no se hizo esperar, vinieron los primeros fríos y con ellos las nevadas y el labriego llevó al burro al montecito cercano y cortando grandes haces de leña las cargó sobre su lomo para calentar su casa…y el borrico, pensó nuevamente… “¿Cuándo llegará el otoño?” Y así se sucedieron estaciones y años y el burro envejeció con sus quejas permanentes.
Cuando ya no servía para hacer esas tareas el labriego compró un burro más joven, pero como le había tomado cariño, lo conservó y diariamente algunas horas del día, le vendaba los ojos y lo ataba a una noria, donde solamente debía caminar para lograr elevar el agua sin mayores esfuerzos. Entonces el burro pensaba al ver salir al borrico al campo… “¡Cómo extraño la vida de cuando trabajaba en el campo!”.
Ahora una pregunta… ¿Cuánta gente conocen ustedes como el burro desconforme, que debido a añoranzas del pasado y anhelos del futuro se pierden de disfrutar la belleza del presente?
OTRA HISTORIA DE BURROS.
Un día, el burro de un campesino se cayó en un pozo muy profundo. El animal rebuznó fuertemente durante horas, mientras el campesino trataba de buscar una solución.
Finalmente, el campesino decidió que el burro ya estaba viejo, y que el pozo, que estaba seco desde hacía tiempo, necesitaba ser tapado; realmente no merecía la pena sacar al burro.
Pidió a todos sus vecinos que fueran a ayudarle a tapar el pozo. Cada uno cogió una pala y empezaron a echarle tierra.
El burro se dio cuenta de lo que estaba pasando y rebuznó todavía más desesperado. Luego, para sorpresa de todos, se calmó después de unas cuantas paladas de tierra.
El campesino miró al fondo del pozo y se sorprendió de lo que vio. Con cada palada de tierra, el burro estaba haciendo algo increíble: Se sacudía la tierra y daba un paso encima de ella.
Cuando ya casi estaba lleno, todo el mundo vio como el burro llegó hasta la boca del pozo, pasó por encima del borde y salió trotando...
Moraleja de la historia:
La vida nos tira todo tipo de tierra encima. El truco para salir del pozo es sacudírsela y usarla para dar un paso hacia arriba. Cada uno de nuestros problemas es una caída al pozo, pero podemos salir de lo más profundo, si en vez de lamentarnos, paso a paso, intentamos encontrarle una solución. Es supervivencia pura, y… ¿si el asno supo hacerlo, porque no, nosotros también?
EL ÚLTIMO SOBRE BURROS, DE CUATRO Y DOS PATAS.
Cuentan que volvían al hogar un viejecito con su nieto, un muchacho de unos trece, catorce años, llevaban a tiro su burro, en este momento descargado, sin nada en su lomo, pues regresaban del mercado de entregar su producción. El viaje era largo y debían cruzar varias aldeas.
Cuando estaban cruzando la primera de ellas, unos pobladores que estaban sentados en los pórticos de sus casas hacen sus comentarios y éstos llegan al oído del anciano: “Que desperdicio de burro, dijo uno, ellos caminando y el burro lo más Pancho, sin carga encima”.
En la primera curva del camino, el viejo detiene su marcha y hace subir a su nieto al lomo del burro y así siguen su camino.
Al cruzar la segunda aldea, unos parroquianos, sentados a la sombra a la mesa de un bar, bebiendo su aperitivo acotan: “¡Qué barbaridad, un chico joven, pleno de fuerza subido en el asno y el pobre viejo, caminando”!
Al llegar a una nueva curva del camino, el anciano hace bajar al nieto y se sube él al burro.
Al transitar por la tercera aldea, unas viejas que estaban sentadas bajo un árbol “chusmeando”, expresan: “¡ No lo puedo creer, que hombre descariñado con el chico, él lo más tranquilo sobre el asno y la pobre criatura muriéndose de calor caminando a esta hora”!
Nuevamente, cuando habían superado la aldea, el abuelo le tiende la mano a su nieto y lo hace subir también al lomo del burro y así, los dos montados continúan el camino.
Al cruzar una nueva aldea escucha que la gente lugareña comenta: “¡Qué desconsiderados con el pobre animal, ellos los dos sentados tranquilamente y el asno, con este calor, deslomándose sin lástima de sus dueños!”
El viejo, ya disgustado y temiendo que si bajaban los dos se repita la historia, continuó su camino, llegando así a su casa.
En la vida suele ocurrir esto también, generalmente, aquellos que no hace nada solo se dedican a criticar a quienes hacen cosas. Por eso, amigos, frente alta y, como decía mi abuela…:”Adelante con los faroles.”
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