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samedi 26 janvier 2013
mardi 22 janvier 2013
MITOS Y LEYENDAS SOBRE EL PELAJE DE LOS CABALLOS.
MITOS Y LEYENDAS SOBRE EL PELAJE DE LOS CABALLOS.
Así como el signo del zodíaco para los seres humanos, el hombre de campo según el pelaje del caballo le asigna propiedades sobresalientes o de las otras. Algunas de estas condiciones tienen algún asidero científico, otras son mitos que han pasado de generación en generación.
Los blancos, de ellos se dicen que son caballos muy sudadores y por lo tanto poco resistentes para andar al rayo del sol. Esto puede ser debido a la cantidad de albinismo, es decir pestañas blancas que se dan en estos animales y por supuesto no ven bien en la claridad del sol.
Además se les atribuye atraer los rayos durante las tormentas. En la”Huella para mi tropilla”, Fernán Silva Valdés tiene una cuarteta que dice: “A la huella, la huella, caballo blanco, cuidado en las tormentas, que atrae el rayo”.
Las yeguas blancas eran las preferidas para los sacrificios entre los indios, e incluso el caballo zarco era de mal agüero. Basta recordar aquel pasaje del Martín Fierro cuando llega la peste a la toldería y los indios matan a un chico, cautivo blanco por tener los ojos claros como echándole la culpa de la epidemia.
Había un gringuito cautivo
Que siempre hablaba del barco
Y lo ahogaron en un charco
Por causante de la peste;
Tenía los ojos celestes
Como potrillito zarco.
De los tordillos oscuros se dice que son muy buenos nadadores.
Los bayos son considerados como los más bonitos y elegantes. El famoso cacique Ramón tenía un bayo que era envidiado por su belleza, conformación y su elegancia para trotar y el célebre Baigorrita tenía un bayo cabos blancos que era su mejor animal de pelea, no debemos olvidar el bayo con el que el general San Martín entró en combate en San Lorenzo, del cual el General Bartolomé Mitre en su historia de San Martín dice: “El General San Martín, al bajar precipitadamente de su observatorio encontró al pie de la escalera a Robertson, a quien dirigió esta frase – Ahora en dos minutos más estaremos sobre ellos espada en mano. Un arrogante caballo bayo de cola cortada al corvejón, militarmente enjaezado, se veía a pocos pasos, teniéndolo de la brida su asistente Gatica. Montó en él, apoyando apenas el pie en el estribo y corrió a ponerse al frente de sus granaderos.
Los gateados son ponderados como hábiles y voluntariosos. Hay un viejo refrán que dice: “Cuando montás un gateado, montás una tropilla”.
Dicen que los lobunos son infatigables, bravos y desconfiados, esto los hace peligrosos para aquel que no es buen jinete, dado que se dice que son espantadizos ante lo desconocido. Hay una copla que dice:
“Cuidado con el lobuno
en la mañana muy fría,
que arriba vigila Dios
pero abajo el diablo mira”.
Los moros son muy buscados por los paisanos, más si son dueños de algún chapeado, pues la plata se luce muy bien sobre el pelaje oscuro.
Aquí debemos recordar al moro de Martín Fierro en la literatura y el famoso moro de Facundo Quiroga.
De estos caballos se dice que se les puede confiar el alma.
“a la huella, la huella,
caballo moro
contigo y con mi prenda,
lo tengo todo.”
De los picasos se dice que son animales veloces y con mucho pique de arranque, de ellos hay la creencia que fueron engendrados en un día de tormenta con rayos o con viento fuerte, por eso son ligeros como el rayo o como el viento.
Los rosillos tienen sobre su lomo la creencia de ser animales lerdos y flojos para trabajar.
Un pelo muy apreciado también es el pangaré, dice la copla: Pangaré, Pangaré, galopa que te veré.
Una historia refiere que el cacique Calfiaó, encontrándose perseguido por una patrulla y con su caballo boleado atrás, logró huir de sus perseguidores llevando en ancas de su pangaré a un hijo de 15 años.
Y también en nuestra zona hay que recordar al famoso Pangaré Buey llamado también el pangaré buey del Salado, un parejero que no perdió una sola carrera en toda su vida. Su dueño era el coronel Benito Machado.
De los zainos se dice: zaino bueno para todo.
Los overos tienen buena fama como valientes y rendidores, era el pelaje elegido por los indios, aún más pintaban círculos blancos cuando salían de pelea.
De los tobianos, mejor ni hablar, se dice “el tobiano, para nada”.
Incluso tienen fama de poco galopadores.
Omar Moreno Palacios en una milonga corralera que tiene grabada junto a Alfredo Abalos, dice en una cuarteta:
Soy nacido en Chascomús,
Pago que fundó Escribano,
Y no conozco la envidia
Ni parejero tobiano.
Los caballos bragados tienen fama de valientes, esto viene de la leyenda que da nombre a ese pueblo de la provincia de Buenos Aires y que cuenta de un caballo de ese color que perseguido por los indios prefiere tirarse desde la barranca de la laguna del mismo nombre, antes de ser capturado.
De los caballos con clinas y cola blancas amarillentas, es decir lo que se llaman roanos o ruanos, se dice que es caballo de mujeres.
Esta creencia viene de las mujeres rubias que llegaban desde las islas británicas o desde el centro Europa.
El caballo calzado de una, es decir con una sola pata blanca se los considera de mal agüero, es decir de mala suerte.
En cambio para los calzados de dos se dice: Calzado de dos, reservalo para vos y para el calzado de tres, no lo vendas ni lo des.
Calzado de cuatro, vendelo caro o barato. ( se dice que son rodadores)
Cuando un caballo tiene una mano mora se asegura es muy ligero y con mucho amor propio.
“El pingo de mano mora,
es gaucho como mi abuelo,
corriendo no afloja un pelo
y cuando no alcanza, llora.”
Pero el color que se lleva los laureles como infatigable y ligero, aun en otras culturas es el alazán y más aun el alazán tostado.
Hay una copla: alazán tostado, antes muerto que cansado.
En un libro árabe llamado “Los caballos del Sahara” hay un párrafo que dice: “Si os aseguran haber visto volar un caballo por los aires, preguntad su pelaje, si os contestan que alazán tostado: creedlo.”
Según una leyenda que cuenta Juan Benigar, Ben-Dyab, jefe renombrado del desierto, que vivía por el año 905 de la hégira, perseguido un día por Saad-el-Zanaty, scheik de los Oulad-Yagoub, se dio vuelta hacia su hijo y le preguntó: ¿Cuáles son los caballos del enemigo que llevan la delantera?. ¡Los blancos!, contestó su hijo. “Está bien, dirijámonos del lado del sol y se derretirán como manteca.”
Algún tiempo después Ben-Dyab, dándose vuelta otra vez, preguntó: “¿Cuáles son los caballos que van ahora a la delantera?”. “Los oscuros”, le gritó el hijo. “Está bien, vayamos por las piedras y no tendremos nada que temer, esos caballos se parecen a las negras del Sudán que no pueden caminar descalzas sobre los guijarros”.
Pasado un tiempo, volvió a preguntar a su hijo: “¿Y, ahora, cuales son los caballos del enemigo que llevan la delantera?”. El hijo respondió: “Los alazanes tostados y los zainos negros”.
“En este caso, exclamó Ben-Dyab, talón, muchachos a nuestros caballos, porque estos bien nos podrían alcanzar si no hubiésemos dado cebada a nuestros animales durante todo el verano.
En la foto, “EL BEDUINO Y SU ALAZAN”. Escultura en madera de cedro policromado. EN VENTA.
“SAN GREGORIO”, La batalla olvidada.
“SAN GREGORIO”, La batalla olvidada.
Hoy se cumplen 160 años de la Batalla de San Gregorio.
Esta batalla, signada, no entiendo porque razón en el olvido, se libró entre las fuerzas de la Confederación Argentina y las del Estado de Buenos Aires.
El lugar del acontecimiento es en la boca del Río Salado en su llegada a la bahía de Samborombón.
El 22 de enero de 1853 casi 3.000 hombres de las tres fuerzas, artillería, caballería y unos pocos infantes (incluyendo algunos indios amigos) al mando del coronel Pedro Roxas y Belgrano, que era comandante en la frontera de Azul y formó la fuerza de su propio peculio al servicio de Buenos Aires y por el otro lado el ejército de Hilario Lagos, con unos 2.500 hombres que puso al mando del general Gregorio Paz para defender la causa de la Confederación Argentina.
El resultado de las armas fue rápido y favoreció a los confederados, pero de acuerdo a Guillermo Hudson, el recordado autor de “Allá Lejos y Hace Tiempo”, que vivía en las proximidades no fueron muchos los muertos “porque todos estaban bien montados”.
Hasta aquí la efemérides de hoy, pero yo quiero ahondar un poco más en este tema.
Todos los amigos conocen mi gusto por la historia y el tradicionalismo.
Para todos los tradicionalistas la figura de José Hernández, el autor del Martín Fierro es tradición pura, pero no es solo así. Yo quiero destacar de Hernández su faceta de aprendizaje y su espíritu de luchador.
Fue un gran autodidacta, periodista, soldado y luchador federalista cuyo poema Martín Fierro, considerado un clásico nacional, canta la independencia, el estoicismo y el coraje de los gauchos.
Nació el 10 de Noviembre de 1834, en la Chacra de Pueyrredón, en el caserío de Perdriel, partido de San Martín, provincia de Buenos Aires.
Sus padres fueron Don Rafael Hernández y Doña Isabel de Pueyrredón, prima hermana de Juan Martín de Pueyrredón. A la edad de 4 años José ya leía y escribía, y cursó su escolaridad en el Colegio de Don Pedro Sánchez.
Cuando tenía 9 años, a causa de una enfermedad y ya con su madre fallecida, los médicos recomendaron a su padre (capataz de las estancias de Rosas) que lo llevara a vivir al campo. Se trasladaron entonces al sur de la provincia, al poblado de Camarones. Fue allí donde entró en contacto con el estilo de vida, las costumbres, la lengua y los códigos de honor de los gauchos. Vive 9 años en el campo y tiene participación en varios enfrentamientos con los indios, que en aquel entonces ocupaban gran parte de la provincia de Buenos Aires.
Entre 1852 y 1872, durante una época de gran agitación política en el país, defendió la postura de que las provincias no debían permanecer ligadas a las autoridades centrales, establecidas en Buenos Aires. En el año 1853 viste uniforme militar y combate en Rincón de San Gregorio contra las fuerzas del coronel rosista Hilario Lagos.
Y aquí me quiero detener en su biografía para explicar el motivo que hago de Hernández en este comentario.
A partir del año 1983 y durante cinco hermosos años fui director de la Escuela Rural Nº 26 del Partido de Chascomús. Está ubicada a 45 kilómetros de la ciudad por camino de tierra. La última parte, unos 15 kilómetros, es un terraplén de tierra hecho con la sacada del llamado canal 18, al que bordea. Este canal desagota en el río Salado.
El paraje donde está ubicada la escuelita es precisamente: San Gregorio. El lugar donde se desarrollo la batalla que hoy se recuerda y en la que combatió José Hernández.
En muchas casas de los padres de mis alumnos guardan balas de cañón que se habían encontrado en el lugar.
Cuando los productores rurales araban sus campos, como testigos mudos de esta batalla, solían aparecer restos de fusiles, y trozos de sables, que el tiempo y la corrosión habían prácticamente destruido.
Sabiendo mi gusto por la historia y el tradicionalismo un día un alumno me trajo, de parte de su padre, una empuñadura de un sable. Lo había encontrado, precisamente rastreando el campo.
Cuando lo tuve en mi mano, imaginé un montón de cosas. ¿A quién habría pertenecido? ¿De qué bando habría peleado? ¿Habría muerto en la batalla? Y me imaginé… ¿Y por qué no, que había pertenecido a José Hernández?
La verdad es que este trozo de historia pesaba en mi mano, me quemaba. ¿Cuántas cosas le preguntaría si pudiese contestarme?
Todavía lo conservo, está muy deteriorada, y hasta hubo gente que visitando mi casa me preguntó ¿Para qué guardás esa porquería?
¡Como se ve que no sienten la historia!
Esta vieja foto me la regaló un vecino del lugar, la flecha señala un promontorio de tierra donde estaban emplazadas las baterías que interceptaron la entrada de la escuadra bloqueadora anglo-francesa en la época de Rosas, precisamente en los campos de San Gregorio.
Hoy se cumplen 160 años de la Batalla de San Gregorio.
Esta batalla, signada, no entiendo porque razón en el olvido, se libró entre las fuerzas de la Confederación Argentina y las del Estado de Buenos Aires.
El lugar del acontecimiento es en la boca del Río Salado en su llegada a la bahía de Samborombón.
El 22 de enero de 1853 casi 3.000 hombres de las tres fuerzas, artillería, caballería y unos pocos infantes (incluyendo algunos indios amigos) al mando del coronel Pedro Roxas y Belgrano, que era comandante en la frontera de Azul y formó la fuerza de su propio peculio al servicio de Buenos Aires y por el otro lado el ejército de Hilario Lagos, con unos 2.500 hombres que puso al mando del general Gregorio Paz para defender la causa de la Confederación Argentina.
El resultado de las armas fue rápido y favoreció a los confederados, pero de acuerdo a Guillermo Hudson, el recordado autor de “Allá Lejos y Hace Tiempo”, que vivía en las proximidades no fueron muchos los muertos “porque todos estaban bien montados”.
Hasta aquí la efemérides de hoy, pero yo quiero ahondar un poco más en este tema.
Todos los amigos conocen mi gusto por la historia y el tradicionalismo.
Para todos los tradicionalistas la figura de José Hernández, el autor del Martín Fierro es tradición pura, pero no es solo así. Yo quiero destacar de Hernández su faceta de aprendizaje y su espíritu de luchador.
Fue un gran autodidacta, periodista, soldado y luchador federalista cuyo poema Martín Fierro, considerado un clásico nacional, canta la independencia, el estoicismo y el coraje de los gauchos.
Nació el 10 de Noviembre de 1834, en la Chacra de Pueyrredón, en el caserío de Perdriel, partido de San Martín, provincia de Buenos Aires.
Sus padres fueron Don Rafael Hernández y Doña Isabel de Pueyrredón, prima hermana de Juan Martín de Pueyrredón. A la edad de 4 años José ya leía y escribía, y cursó su escolaridad en el Colegio de Don Pedro Sánchez.
Cuando tenía 9 años, a causa de una enfermedad y ya con su madre fallecida, los médicos recomendaron a su padre (capataz de las estancias de Rosas) que lo llevara a vivir al campo. Se trasladaron entonces al sur de la provincia, al poblado de Camarones. Fue allí donde entró en contacto con el estilo de vida, las costumbres, la lengua y los códigos de honor de los gauchos. Vive 9 años en el campo y tiene participación en varios enfrentamientos con los indios, que en aquel entonces ocupaban gran parte de la provincia de Buenos Aires.
Entre 1852 y 1872, durante una época de gran agitación política en el país, defendió la postura de que las provincias no debían permanecer ligadas a las autoridades centrales, establecidas en Buenos Aires. En el año 1853 viste uniforme militar y combate en Rincón de San Gregorio contra las fuerzas del coronel rosista Hilario Lagos.
Y aquí me quiero detener en su biografía para explicar el motivo que hago de Hernández en este comentario.
A partir del año 1983 y durante cinco hermosos años fui director de la Escuela Rural Nº 26 del Partido de Chascomús. Está ubicada a 45 kilómetros de la ciudad por camino de tierra. La última parte, unos 15 kilómetros, es un terraplén de tierra hecho con la sacada del llamado canal 18, al que bordea. Este canal desagota en el río Salado.
El paraje donde está ubicada la escuelita es precisamente: San Gregorio. El lugar donde se desarrollo la batalla que hoy se recuerda y en la que combatió José Hernández.
En muchas casas de los padres de mis alumnos guardan balas de cañón que se habían encontrado en el lugar.
Cuando los productores rurales araban sus campos, como testigos mudos de esta batalla, solían aparecer restos de fusiles, y trozos de sables, que el tiempo y la corrosión habían prácticamente destruido.
Sabiendo mi gusto por la historia y el tradicionalismo un día un alumno me trajo, de parte de su padre, una empuñadura de un sable. Lo había encontrado, precisamente rastreando el campo.
Cuando lo tuve en mi mano, imaginé un montón de cosas. ¿A quién habría pertenecido? ¿De qué bando habría peleado? ¿Habría muerto en la batalla? Y me imaginé… ¿Y por qué no, que había pertenecido a José Hernández?
La verdad es que este trozo de historia pesaba en mi mano, me quemaba. ¿Cuántas cosas le preguntaría si pudiese contestarme?
Todavía lo conservo, está muy deteriorada, y hasta hubo gente que visitando mi casa me preguntó ¿Para qué guardás esa porquería?
¡Como se ve que no sienten la historia!
Esta vieja foto me la regaló un vecino del lugar, la flecha señala un promontorio de tierra donde estaban emplazadas las baterías que interceptaron la entrada de la escuadra bloqueadora anglo-francesa en la época de Rosas, precisamente en los campos de San Gregorio.
dimanche 20 janvier 2013
EL “MALACARA” MEDINA Y SU YEGUA MORA.
Pieske Carlos Ernesto de esas historias que dan gusto leer... por que son vivencias y no fantasía....
Hablando de domadores…
EL “MALACARA” MEDINA Y SU YEGUA MORA.
Corría el año 1964, yo estaba de maestro en Formosa, en la escuelita de monte Nº 117, del paraje de Pilagá III, departamento de Pirané.
La escuela estaba enclavada en medio del monte, en un gran claro. A unos 200 metros al sur estaba el puesto de la policía. A cargo, había un Inspector Sumariante y el personal se completaba con los sargentos González y Jaime y con tres policías más.
La zona era relativamente tranquila, salvo algún caso de cuatrerismo o alguna que otra pelea en los bailes que se organizaban y donde la bebida, que nunca es buena consejera, actuaba de más, no había mayores problemas.
Yo tenía 17 años y estaba recientemente transplantado de mi Chascomús natal. La gente del lugar y que me mandaban sus hijos a la escuela eran en su mayoría empleados rurales o hacheros. Su origen guaraní estaba presente en todo, pero fundamentalmente en el idioma. Era difícil lograr una conversación fluida, dado que hablaban, un 70 % en guaraní y el resto, en la “castilla”, como ellos mismos decían.
Por ello, la amistad con el Comisario Arrigancibia y los sargentos González y Jaime fue sumamente importante para mí, pues con ellos sí se podía charlar normalmente en castellano.
A veces los domingos, me invitaban a dar una vuelta con ellos y recorrer los puestos, para ver que no hubiera alguna novedad, cosa que aceptaba yo con gusto, pues esos días en los que no se dictaban clases, resultaba insoportable la soledad de la escuela.
Había algunos boliches o proveedurías, si es que se les podía llamar así, desparramados por el monte y las escuelas vecinas, distaban a varios kilómetros, la más cercana a unos diez.
Un día viene el sargento Jaime y me dice: “Mañana hay baile en la escuela Nº 136. Yo tengo que ir a vigilar. ¿Me quiere acompañar?”. Estos bailes se hacían generalmente en honor a algún Santo y estaban organizados por las cooperadoras de las escuelas.
Por supuesto que acepté. Era un día sábado.
Temprano ensillamos y partimos para el lugar.
Estos festejos, por lo general, duran todo el día. Al mediodía asados, bien “regados”, luego pasteles, mate “quemado” con algunos tragos de ginebra y baile y debido a la falta de luz, no se extienden más de las diez u once de la noche. Volver a los hogares en un camino de monte totalmente cerrado y en plena oscuridad, no es de lo más recomendable.
Entre los asistentes al baile de ese día estaba, a quien le llamaban “El Malacara “ Medina. Ese apodo se debía a que, según me contaron, había comido una vez un peludo infectado y había estado varios días casi en coma y de este episodio le habían quedado en la cara y el cuello unas manchas mucho más rosadas, que el resto de su piel, que se veía quemada por soles e inclemencias del trabajo a la intemperie.
Era un correntino, calculo de unos 40, 45 años, alto, delgado, con un bigote enorme y vestido siempre como para que no se dudara de su origen. Sombrero chato y aludo, barbijo, polainas de loneta rayadas, alpargatas (para el baile, pues yo lo solía ver permanentemente en “patas”) y espuelas de pihuelo largo, a las que ataba a su recado no bien se bajaba del caballo. El lazo lo ubicaba del lado de montar, una costumbre muy correntina y que lo obliga el uso de ese tipo de espuelas, pues se enganchan al montar. Atrás en la cintura, un enorme facón con la chaira a su lado.
Lo recuerdo como una persona muy callada y estaba reconocido en el pago, como un domador de excelencia. Todos los vecinos que querían hacer un buen caballo, se lo daban a domar a él. Por ello siempre andaba montado en redomones. Ese día andaba en una yegua mora, mestiza, alta, de muy buena calidad, con el infaltable y largo flequillo.
Como a media tarde, por una discusión que no tengo idea que la trajo o si se debía a “entripados” anteriores, se trenzó con otro gaucho y manotearon sus facones. Jaime, que estaba vigilante y atento, así, de golpe interrumpió en la escena, pistola en mano. El Malacara se quedó como petrificado y quieto en su lugar, pero el otro, que era un muchachón como de unos veinticinco años, de un salto, estuvo afuera y montando rápidamente su caballo huyó al monte.
El sargento Jaime, conociendo el carácter de Molina, le dijo: “Lo siento, Malacara, pero me vas a tener que acompañar al destacamento a dar el parte” y dirigiéndose a mí prácticamente me ordenó: “Maestro, ya nos vamos”.
Montamos y enfilamos para nuestro destino. El Malacara en el medio y nosotros atrás escoltándolo. Era julio, caía la tarde y se nos venía la oscuridad encima. De pronto, cuando habríamos hecho la mitad del camino, desde el monte cercano se escuchó un terrible sapucay y dos o tres disparos.
Jaime me miró y simplemente me dijo: “Es el otro, él que se me escapó”.
Aquí, quiero detenerme para que piensen y se pongan en mi lugar un segundo. Me preguntaba, ¿ Qué hago yo aquí, en esta situación? Sentía calor y frío a la vez, me temblaban las manos y hasta sentía ganas de llorar, de salir con mi caballo al galope y encerrarme en mi escuela.
De pronto el vozarrón de Jaime que dice: “Vamos, Malacara, se hace tarde, apurá el paso”. Medina, como si hubiese sido sordo, siguió en el mismo ritmo. Jaime lo intimó a apurar y a tomar trote varias veces, hasta que se le ocurrió pegarle un rebencazo a la yegua mora. La cara de Medina se transformó. Frenó su yegua y no avanzó un paso más, le puso su mano entre las dos orejas de la yegua, dándole golpecitos muy suaves. El animal se quedó inmóvil. Jaime volvió a darle otro rebencazo en las ancas.
La yegua temblaba y sus ojos, nerviosos, parecían querer saltar de su órbitas, pero la mano de Medina entre las orejas parecía haber logrado hipnotizarla, se quedaba como una estatua. De vez en cuando le daba dos o tres golpecitos entre las orejas y decía: “Vos quedate aquí”. Hubo, no recuerdo bien, si dos o tres rebencazos más pero la yegua se quedaba inmóvil. Yo veía que la cosa ya se hacía intolerable.
Eran dos gauchos en una porfía. Y dos caballos que obedecían en todo a sus dueños. Jaime, que parecía sacado de sus casillas le pegó un pechazo con su caballo en las ancas de la yegua. La mora, hizo retranca y apenas se movió unos centímetros. Finalmente, ya con voz airada Jaime dijo: “Dejate de joder, Malacara, si vos sabés bien que te tengo que llevar”.
Medina, simplemente retiró su mano de la cabeza de la yegua, la taloneó y salió al galope cortito para el destacamento gritando: “Ahora, sí, porque queremos nosotros, no porque nos obligan”.
Días después me enteré que Jaime y Medina, eran cuñados, la esposa del sargento era hermana del Malacara.
Esos son gauchos que conocí en mi vida y que este foro me da la oportunidad de que ustedes también los conozcan.
Uno cumpliendo con el deber y el otro, dejando que el otro lo hiciera, pero demostrando su guapeza por ir por cuenta propia.
Con Jaime, continué mi amistad, pero la cultivé también con el Malacara, de quien aprendí grandes cosas.
Esos eran los gauchos de antes...
En la foto, el sargento Jaime y yo el día del incidente.
EL “MALACARA” MEDINA Y SU YEGUA MORA.
Corría el año 1964, yo estaba de maestro en Formosa, en la escuelita de monte Nº 117, del paraje de Pilagá III, departamento de Pirané.
La escuela estaba enclavada en medio del monte, en un gran claro. A unos 200 metros al sur estaba el puesto de la policía. A cargo, había un Inspector Sumariante y el personal se completaba con los sargentos González y Jaime y con tres policías más.
La zona era relativamente tranquila, salvo algún caso de cuatrerismo o alguna que otra pelea en los bailes que se organizaban y donde la bebida, que nunca es buena consejera, actuaba de más, no había mayores problemas.
Yo tenía 17 años y estaba recientemente transplantado de mi Chascomús natal. La gente del lugar y que me mandaban sus hijos a la escuela eran en su mayoría empleados rurales o hacheros. Su origen guaraní estaba presente en todo, pero fundamentalmente en el idioma. Era difícil lograr una conversación fluida, dado que hablaban, un 70 % en guaraní y el resto, en la “castilla”, como ellos mismos decían.
Por ello, la amistad con el Comisario Arrigancibia y los sargentos González y Jaime fue sumamente importante para mí, pues con ellos sí se podía charlar normalmente en castellano.
A veces los domingos, me invitaban a dar una vuelta con ellos y recorrer los puestos, para ver que no hubiera alguna novedad, cosa que aceptaba yo con gusto, pues esos días en los que no se dictaban clases, resultaba insoportable la soledad de la escuela.
Había algunos boliches o proveedurías, si es que se les podía llamar así, desparramados por el monte y las escuelas vecinas, distaban a varios kilómetros, la más cercana a unos diez.
Un día viene el sargento Jaime y me dice: “Mañana hay baile en la escuela Nº 136. Yo tengo que ir a vigilar. ¿Me quiere acompañar?”. Estos bailes se hacían generalmente en honor a algún Santo y estaban organizados por las cooperadoras de las escuelas.
Por supuesto que acepté. Era un día sábado.
Temprano ensillamos y partimos para el lugar.
Estos festejos, por lo general, duran todo el día. Al mediodía asados, bien “regados”, luego pasteles, mate “quemado” con algunos tragos de ginebra y baile y debido a la falta de luz, no se extienden más de las diez u once de la noche. Volver a los hogares en un camino de monte totalmente cerrado y en plena oscuridad, no es de lo más recomendable.
Entre los asistentes al baile de ese día estaba, a quien le llamaban “El Malacara “ Medina. Ese apodo se debía a que, según me contaron, había comido una vez un peludo infectado y había estado varios días casi en coma y de este episodio le habían quedado en la cara y el cuello unas manchas mucho más rosadas, que el resto de su piel, que se veía quemada por soles e inclemencias del trabajo a la intemperie.
Era un correntino, calculo de unos 40, 45 años, alto, delgado, con un bigote enorme y vestido siempre como para que no se dudara de su origen. Sombrero chato y aludo, barbijo, polainas de loneta rayadas, alpargatas (para el baile, pues yo lo solía ver permanentemente en “patas”) y espuelas de pihuelo largo, a las que ataba a su recado no bien se bajaba del caballo. El lazo lo ubicaba del lado de montar, una costumbre muy correntina y que lo obliga el uso de ese tipo de espuelas, pues se enganchan al montar. Atrás en la cintura, un enorme facón con la chaira a su lado.
Lo recuerdo como una persona muy callada y estaba reconocido en el pago, como un domador de excelencia. Todos los vecinos que querían hacer un buen caballo, se lo daban a domar a él. Por ello siempre andaba montado en redomones. Ese día andaba en una yegua mora, mestiza, alta, de muy buena calidad, con el infaltable y largo flequillo.
Como a media tarde, por una discusión que no tengo idea que la trajo o si se debía a “entripados” anteriores, se trenzó con otro gaucho y manotearon sus facones. Jaime, que estaba vigilante y atento, así, de golpe interrumpió en la escena, pistola en mano. El Malacara se quedó como petrificado y quieto en su lugar, pero el otro, que era un muchachón como de unos veinticinco años, de un salto, estuvo afuera y montando rápidamente su caballo huyó al monte.
El sargento Jaime, conociendo el carácter de Molina, le dijo: “Lo siento, Malacara, pero me vas a tener que acompañar al destacamento a dar el parte” y dirigiéndose a mí prácticamente me ordenó: “Maestro, ya nos vamos”.
Montamos y enfilamos para nuestro destino. El Malacara en el medio y nosotros atrás escoltándolo. Era julio, caía la tarde y se nos venía la oscuridad encima. De pronto, cuando habríamos hecho la mitad del camino, desde el monte cercano se escuchó un terrible sapucay y dos o tres disparos.
Jaime me miró y simplemente me dijo: “Es el otro, él que se me escapó”.
Aquí, quiero detenerme para que piensen y se pongan en mi lugar un segundo. Me preguntaba, ¿ Qué hago yo aquí, en esta situación? Sentía calor y frío a la vez, me temblaban las manos y hasta sentía ganas de llorar, de salir con mi caballo al galope y encerrarme en mi escuela.
De pronto el vozarrón de Jaime que dice: “Vamos, Malacara, se hace tarde, apurá el paso”. Medina, como si hubiese sido sordo, siguió en el mismo ritmo. Jaime lo intimó a apurar y a tomar trote varias veces, hasta que se le ocurrió pegarle un rebencazo a la yegua mora. La cara de Medina se transformó. Frenó su yegua y no avanzó un paso más, le puso su mano entre las dos orejas de la yegua, dándole golpecitos muy suaves. El animal se quedó inmóvil. Jaime volvió a darle otro rebencazo en las ancas.
La yegua temblaba y sus ojos, nerviosos, parecían querer saltar de su órbitas, pero la mano de Medina entre las orejas parecía haber logrado hipnotizarla, se quedaba como una estatua. De vez en cuando le daba dos o tres golpecitos entre las orejas y decía: “Vos quedate aquí”. Hubo, no recuerdo bien, si dos o tres rebencazos más pero la yegua se quedaba inmóvil. Yo veía que la cosa ya se hacía intolerable.
Eran dos gauchos en una porfía. Y dos caballos que obedecían en todo a sus dueños. Jaime, que parecía sacado de sus casillas le pegó un pechazo con su caballo en las ancas de la yegua. La mora, hizo retranca y apenas se movió unos centímetros. Finalmente, ya con voz airada Jaime dijo: “Dejate de joder, Malacara, si vos sabés bien que te tengo que llevar”.
Medina, simplemente retiró su mano de la cabeza de la yegua, la taloneó y salió al galope cortito para el destacamento gritando: “Ahora, sí, porque queremos nosotros, no porque nos obligan”.
Días después me enteré que Jaime y Medina, eran cuñados, la esposa del sargento era hermana del Malacara.
Esos son gauchos que conocí en mi vida y que este foro me da la oportunidad de que ustedes también los conozcan.
Uno cumpliendo con el deber y el otro, dejando que el otro lo hiciera, pero demostrando su guapeza por ir por cuenta propia.
Con Jaime, continué mi amistad, pero la cultivé también con el Malacara, de quien aprendí grandes cosas.
Esos eran los gauchos de antes...
En la foto, el sargento Jaime y yo el día del incidente.
vendredi 18 janvier 2013
APERO SALTEÑO. Miniatura escala 1:10. EN VENTA.
APERO SALTEÑO. Miniatura escala 1:10. EN VENTA.
Consta de:
• Tres bajeras o matras tejidas en telar
• Carona de abajo de suela repujada con punteras metálicas.
• Matra entre caronas tejida en telar.
• Carona de arriba de piel de tigre.
• Silla salteña de arzones altos revestidos en plata con accionera para estriberas.
• Encimera de suela y barriguera de piola con refuerzos de suela.
• Estriberas de pasadores redondos con rosetones en forma de flor.
• Estribos de baúl de madera “cabeza de chancho” con sunchos de plata,
• 2 Cojinillos de cuero de oveja.
• Sobrepuesto imitación de perico ligero.
• Sobrecincha de cuero crudo trenzado.
• Freno criollo de copas metálicas, cabezada, riendas de cuero crudo. Lonja cogotera del mismo material.
• Lazo trenzado
• Guardamonte de “punta” de cuero de vaca con pelo.
Se desensilla tal cual los originales.
Consta de:
• Tres bajeras o matras tejidas en telar
• Carona de abajo de suela repujada con punteras metálicas.
• Matra entre caronas tejida en telar.
• Carona de arriba de piel de tigre.
• Silla salteña de arzones altos revestidos en plata con accionera para estriberas.
• Encimera de suela y barriguera de piola con refuerzos de suela.
• Estriberas de pasadores redondos con rosetones en forma de flor.
• Estribos de baúl de madera “cabeza de chancho” con sunchos de plata,
• 2 Cojinillos de cuero de oveja.
• Sobrepuesto imitación de perico ligero.
• Sobrecincha de cuero crudo trenzado.
• Freno criollo de copas metálicas, cabezada, riendas de cuero crudo. Lonja cogotera del mismo material.
• Lazo trenzado
• Guardamonte de “punta” de cuero de vaca con pelo.
Se desensilla tal cual los originales.
MALÓN DE DOLORES (1821) SECUENCIA DE LOS ACONTECIMIENTOS
Juego de ajedrez histórico. EN VENTA.
MALÓN DE DOLORES (1821)
SECUENCIA DE LOS ACONTECIMIENTOS
• 1806. Julián Martínez Carmona se hace de la estancia “Dos Talas” sita al sur del Río Salado y avanza hasta Ayacucho donde establece la estancia “Toldos Viejos”.
• 1811. Francisco Ramos Mejía se dirige al sur del río Salado y compra a los indios tierras cerca de la laguna Kakel Huincul. Con él viajaría como capataz y lenguaraz José Luis Molina, conocido como “El Gaucho”.
• 1812. Francisco Ramos Mejía inicia su estancia Miraflores en un lugar llamado Mari Huincul (diez lomas).
• 1814/15. La estancia de Martínez Carmona denominada “Toldos Viejos” en la zona de Ayacucho sufre un ataque por parte de los indios pampas, éste se retira a su establecimiento “Dos Talas” en Dolores.
• 1815. Se instala a orillas de la laguna Kakel Huincul un fortín. Estará al mando del Capitán Ramón Lara.
• 1817. Sobre tierras donadas por Julián Martínez de Carmona de su estancia “Dos Talas” se funda el pueblo de Dolores.
• 1818/19. Comienza una violenta reacción de los pueblos indígenas contra el avance de las fronteras hacia el sur.
• 1820. El gobernador Martín Rodríguez comisiona a Francisco Ramos Mejía a efectuar un parlamento de paz con los caciques pampas en su estancia Miraflores. El 7 de marzo se firma el tratado.
• 1820. Aparición del chileno José M. Carrera. Malones en Salto y Lobos.
• 1821. El gobernador Martín Rodríguez al mando de 2500 soldados se dirige al sur.
• 1821. La expedición es un fracaso y a su regreso, Martín Rodríguez ordena el arresto de Ramos Mejía, su familia y un grupo de indios que habitaban la estancia, quienes son trasladados a Buenos Aires.
• Muchos indios y gauchos logran huir, entre ellos el “Gaucho” Molina, quién aprovechando su ascendiente sobre algunos caciques pampas, como Ancafilú, Antonio Grande y Pichimán, llevan a cabo un malón con mil quinientas lanzas que el 30 de abril destruye el pueblo de Dolores y la mayoría de las estancias vecinas, entre ellas “Dos Talas”. “Miraflores” fue respetada en esta acción.
• El cacique Ancafilú muere años después en el combate de la Laguna Arazá.
• A Francisco Ramos Mejía se le prohibió volver a Miraflores, quedando confinado en la chacra de Tapiales. Muere el 15 de marzo de 1828. Sus deudos debieron esperar dos días para recibir el permiso para su inhumación. En este lapso un grupo de indios roban el cuerpo y se lo llevan con dirección sur y nunca se supo donde fueron enterrados sus restos.
• El Gaucho Molina luego de una azarosa y ajetreada vida muere en diciembre de 1830. Algunos dicen que en Chascomús, otros en Tandil.
• Julián Martínez Carmona muere en Buenos Aires en 1834.
• Martín Rodríguez muere exiliado en Montevideo en 1845.
LOS PERSONAJES DEL JUEGO:
Piezas Blancas:
Rey: Julián Martínez de Carmona.
Reina: Doña Francisca Ortiz
Alfiles: Capataces de la Estancia
Caballos: Dos peones montados
Torres: Dos ombúes
Peones: cuatro peones de la estancia
un viejo agregado
un negro esclavo
dos mujeres
Piezas Negras:
Rey: Cacique Ancafilú (Cuerpo de Víbora)
Reina: Su mujer
Alfiles: Cacique Ramón Grande
Gaucho Juan Molina
Caballos: dos indios de lanza montados
Torres: Dos Talas
Peones: cuatro indios guerreros
Cuatro personajes de la “chusma”: Dos mujeres
Un chiquillo
Un viejo
MALÓN DE DOLORES (1821)
SECUENCIA DE LOS ACONTECIMIENTOS
• 1806. Julián Martínez Carmona se hace de la estancia “Dos Talas” sita al sur del Río Salado y avanza hasta Ayacucho donde establece la estancia “Toldos Viejos”.
• 1811. Francisco Ramos Mejía se dirige al sur del río Salado y compra a los indios tierras cerca de la laguna Kakel Huincul. Con él viajaría como capataz y lenguaraz José Luis Molina, conocido como “El Gaucho”.
• 1812. Francisco Ramos Mejía inicia su estancia Miraflores en un lugar llamado Mari Huincul (diez lomas).
• 1814/15. La estancia de Martínez Carmona denominada “Toldos Viejos” en la zona de Ayacucho sufre un ataque por parte de los indios pampas, éste se retira a su establecimiento “Dos Talas” en Dolores.
• 1815. Se instala a orillas de la laguna Kakel Huincul un fortín. Estará al mando del Capitán Ramón Lara.
• 1817. Sobre tierras donadas por Julián Martínez de Carmona de su estancia “Dos Talas” se funda el pueblo de Dolores.
• 1818/19. Comienza una violenta reacción de los pueblos indígenas contra el avance de las fronteras hacia el sur.
• 1820. El gobernador Martín Rodríguez comisiona a Francisco Ramos Mejía a efectuar un parlamento de paz con los caciques pampas en su estancia Miraflores. El 7 de marzo se firma el tratado.
• 1820. Aparición del chileno José M. Carrera. Malones en Salto y Lobos.
• 1821. El gobernador Martín Rodríguez al mando de 2500 soldados se dirige al sur.
• 1821. La expedición es un fracaso y a su regreso, Martín Rodríguez ordena el arresto de Ramos Mejía, su familia y un grupo de indios que habitaban la estancia, quienes son trasladados a Buenos Aires.
• Muchos indios y gauchos logran huir, entre ellos el “Gaucho” Molina, quién aprovechando su ascendiente sobre algunos caciques pampas, como Ancafilú, Antonio Grande y Pichimán, llevan a cabo un malón con mil quinientas lanzas que el 30 de abril destruye el pueblo de Dolores y la mayoría de las estancias vecinas, entre ellas “Dos Talas”. “Miraflores” fue respetada en esta acción.
• El cacique Ancafilú muere años después en el combate de la Laguna Arazá.
• A Francisco Ramos Mejía se le prohibió volver a Miraflores, quedando confinado en la chacra de Tapiales. Muere el 15 de marzo de 1828. Sus deudos debieron esperar dos días para recibir el permiso para su inhumación. En este lapso un grupo de indios roban el cuerpo y se lo llevan con dirección sur y nunca se supo donde fueron enterrados sus restos.
• El Gaucho Molina luego de una azarosa y ajetreada vida muere en diciembre de 1830. Algunos dicen que en Chascomús, otros en Tandil.
• Julián Martínez Carmona muere en Buenos Aires en 1834.
• Martín Rodríguez muere exiliado en Montevideo en 1845.
LOS PERSONAJES DEL JUEGO:
Piezas Blancas:
Rey: Julián Martínez de Carmona.
Reina: Doña Francisca Ortiz
Alfiles: Capataces de la Estancia
Caballos: Dos peones montados
Torres: Dos ombúes
Peones: cuatro peones de la estancia
un viejo agregado
un negro esclavo
dos mujeres
Piezas Negras:
Rey: Cacique Ancafilú (Cuerpo de Víbora)
Reina: Su mujer
Alfiles: Cacique Ramón Grande
Gaucho Juan Molina
Caballos: dos indios de lanza montados
Torres: Dos Talas
Peones: cuatro indios guerreros
Cuatro personajes de la “chusma”: Dos mujeres
Un chiquillo
Un viejo
jeudi 17 janvier 2013
Chascomús
A TODOS LOS AMIGOS: El próximo sábado 2 de febrero en la Casa de Casco o también Casa de la Cultura, aquí en Chascomús, a las 20 horas voy a hacer la presentación "oficial" de este 9º juego de ajedrez histórico que recientemente he terminado. "Los Blancos de Trenque Lauquen". Daré una charla sobre el suceso histórico. Están todos invitados, de paso conocen uno de los pueblos más lindos de la provincia de Buenos Aires.
jeudi 3 janvier 2013
Secretaria de Turismo y Cultura
Salteños y turistas podrán disfrutar de las “Noches de Peñas” en la Plazoleta IV Siglos
Como parte del cronograma de actividades dispuesto por la Secretaría de Turismo y Cultura para la temporada de verano, se llevarán a cabo las tradicionales “Noches de Peña”, los días jueves durante todo el mes de enero.
Uno de los símbolos del folclore y la gastronomía regional salteña, la Peña Boliche Balderrama, emplazada en una de las esquinas más importantes de la ciudad hará su presentación el próximo 10 de enero, en la Plazoleta IV Siglos. La casona fue musa inspiradora de una zamba que cantada por Mercedes Sosa hizo internacionalmente conocido a este local de comidas y folclor. “A orillitas del canal, cuando llega la mañana, sale cantando la noche, desde lo de Balderrama…” El autor de la letra fue el poeta Manuel J. Castilla y la música inconfundible es de Gustavo “Cuchi” Leguizamón. Don Juan Balderrama, propietario del tradicional boliche, sentencia: “El que no conoce Balderrama: no conoce Salta”.
El 17 de enero será el turno de la “Panadería del Chuña”, declarada como una de las peñas folclóricas más grandes e importantes del país. El Chuña convoca cada noche a cientos de turistas de todo el mundo.
Por último, la peña “La Nochera”, del reconocido folclorista Kike Teruel, hará su presentación el 31 de enero próximo a partir de las 19.30. Esta peña se ha posicionado entre las más reconocidas del corredor Balcarce, convocando a artistas y bailarines de gran nivel.
Cronograma
JUEVES 10 DE ENERO:
De 19,30Hs a 21,00Hs: Espectáculo de “Peña Boliche Balderrama”
JUEVES 17 DE ENERO:
De 19,30 a 21,00Hs.: Espectáculo de la Mega Peña “La Panadería del Chuña”
JUEVES 24 DE ENERO:
19,30 Hs.: Presentación del grupo folklórico “Los Sauzales” acompañados por el ballet “La Minga”
JUEVES 31 DE ENERO:
De 19,30 a 21,00Hs.: Espectáculo de Peña “La Nochera”
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